Un alumno comenta un examen con la profesora a la salida del mismo, una situación habitual si no fuera porque en este caso el alumno había entregado como suyo un examen que un compañero le había dado minutos antes de finalizar el examen. Una profesora mostrando a la clase una "chuleta" mientras una alumna salía del aula totalmente avergonzada, nunca supe si por suspender el examen o por haber sido pillada "in fraganti". Estas son dos de las tres anécdotas que se han quedado grabadas en mi mente de mi época de estudiante acerca de las copias en los exámenes, ahora de plena actualidad por un reglamento aprobado en la Universidad de Sevilla. Básicamente, la norma propuesta implica que un alumno no podía ser expulsado del aula del examen en el caso de que se observara que estuviera copiando, teniendo todo el derecho del mundo a finalizar el mismo para luego que se pudiera decidir si era el profesor el que tenía razón o no. Según la interpretación de muchos, un menoscabo más, otro que añadir, a la autoridad del profesor.

O sea, es como si un policía que entrara a un banco y viera a un hombre encapuchado con una pistola humeante en una mano y una bolsa llena de dinero en la otra, tuviera que esperar a ver si la próxima acción del encapuchado fuera depositar en un fondo de inversión el dinero que "posiblemente hubiera robado" o si fuera a escaparse a toda velocidad.

He sido una de las personas que he demandado en mi Universidad el desarrollo de un régimen disciplinario que pudiera clarificar tanto a profesores y alumnos qué acciones punitivas se pueden tomar contra los infractores de determinadas normas. Actualmente el reglamento en vigor es de la etapa franquista y no por ello es demasiado duro con los infractores. Aunque nuestro estatuto contempla la posibilidad de desarrollar un reglamento, nunca se ha querido abordar por lo complejo y sensible que puede llegar a ser.

Considero que ante las copias, los profesores debemos realizar una labor fundamentalmente preventiva, tomando una serie de medias elementales a la hora de preparar un examen, tales como indicar a cada alumno el lugar que deben ocupar en el aula y mostrar cierta atención en los actos que los alumnos realizan. Desafortunadamente, a pesar de esto, se suelen detectar copias, y sé seguro que sólo se detectan un porcentaje de las que se han realizado, y esto sin contar los innumerables casos de copias en trabajos de curso.

Para que se valore el esfuerzo del alumno que estudia y prepara una asignatura también se ha de actuar contra el que infringe las normas, sobre todo en casos de reincidencia. Actualmente, un alumno que desconoce una asignatura puede acudir al examen para intentar copiar en el mismo sin perder nada en el intento más que el respeto por parte de los profesores. Esto se debe a que lo peor que le puede suceder es ser suspendido en el caso de que se detectara su copia. O sea, es como si uno mintiese en su declaración de la renta y al detectarse el fraude no se le hiciera pagar el famoso recargo.

Volviendo al reglamento de la Universidad de Sevilla, que parece que debido al revuelo provocado va a ser replanteado, uno podría interpretar que hay dudas acerca del profesor que detecta un intento de copia en un examen. Algo así como los policías corruptos de las películas que ponen una bolsa de cocaína en la maleta del protagonista para que éste sea inculpado. Para que un país funcione es necesario que ciertas consideraciones se cumplan. Es muy posible que haya policías corruptos, pero es de suponer que serán una minoría ínfima, y por ello deben tener cierta autoridad. Lo mismo debe ocurrir con el profesor, él es la máxima autoridad en todas las actividades docentes de una asignatura tanto en las clases como en los exámenes. Si no es así acabaremos consensuando con los alumnos el examen que vamos a poner al día siguiente, algo así como los milicianos anarquistas al principio de la guerra civil que votaban si había que realizar un ataque o cavar trincheras (y así les fue).

Afortunadamente estoy seguro que aunque un número importante de alumnos habrán realizado alguna copia de trabajo o examen, sé que sólo un número mínimo habrán finalizado la carrera basándose en la realización de copias.

La tercera anécdota que recuerdo acerca de las copias le sucedió a un amigo que como tantos otros de la época tenía que superar la asignatura de inglés a pesar de haber dado francés en su instituto. Consiguió que otro alumno se presentara por él y para ello consiguió que otro amigo hiciera una falsificación perfecta del sello de la escuela que aparecía sobre la foto del carné de alumno. Cuando finalizó el examen le embargó una euforia que no podía contener y no hacía más que estrecharnos la mano. Había arriesgado la carrera pero no había sido pillado. Lamentablemente, el sustituto que eligió no debía ser muy hábil con el idioma de Shakespeare y suspendió. Mi amigo tuvo que ir a clases intensivas de inglés en el verano además de soportar bastantes burlas durante toda la carrera. Por cierto, el "falsificador" es hoy en día un pintor de reconocido prestigio en Alicante.