Manuel Alcaraz en su artículo del pasado domingo nos hacía una reflexión sobre la necesidad de mantener peatonalizada la plaza del Ayuntamiento e incluso no circunscribirla y ampliarla. En su exposición se apoyaba en otras ciudades con intervenciones de peatonalización de centros urbanos. Decía que "En toda España y en toda Europa el éxito del comercio y revitalización de la identidad urbana van de la mano de la peatonalizaciónÉ", obviamente la peatonalización es un hecho en muchos centros de ciudades, pero ello, además de ser opinable, creo que no es exactamente así.

En ocasiones el mecanismo para revitalizar una zona marginada con pirámide de edades invertida y con pérdida de interés social y comercial, no se recupera o rehabilita con una peatonalización, sino con dotaciones. Un espléndido ejemplo lo mostró hace años la ciudad de París al construir el Centro Pompidou en uno de sus barrios más deteriorados. Fue un auténtico revulsivo social y comercial.

La estructura urbana de Santiago de Compostela y la de Valladolid (ejemplos citados por Manuel Alcaraz) permitieron esa posibilidad y funcionó, pero ello no supone que garantice el éxito de la rehabilitación de la población y del interés por el comercio. Estas intervenciones funcionan cuando se dan una serie de requisitos o condiciones morfológicas y de ubicación dentro del conjunto de la estructura urbana que lo permite. De igual forma podríamos hablar de tremendos fracasos de las zonas peatonalizadas de otras ciudades de este país o de Europa.

A través de un análisis profundo de la morfología urbana podemos advertir si nos estamos equivocando o acertando. Acertaríamos, por ejemplo, si tomaran la decisión de peatonalizar el barrio del Carmen-Santa Cruz de Alicante, pues sería comparable con la peatonalización de Santiago de Compostela o la de Valladolid. Pues la privación del tránsito de vehículos en "el Barrio" no generaría interferencias con la red estructural o vías principales de acceso a la ciudad, ni generaría dilaciones innecesarias causadas por mayores concentraciones y atascos de vehículos.

Peatonalizar no es sinónimo de certeza ni de asegurar un mejor hábitat urbano. Peatonalizar es sinónimo de prohibición y es contrario a la libertad de tránsito y a veces, como herramienta de doble filo, contrario a lo perseguido, pues se atrae mayor incomodidad, mayor emisión de CO2 y pérdida de tiempo en llegar al punto de destino.

El transporte individualizado se convirtió hace muchísimos años en un signo de libertad de movilidad de los individuos y ésta resulta tremendamente difícil que se someta a ciertas dictaduras o intereses de unos pocos. En ocasiones, con más frecuencia de la deseada, nos encontramos con peatonalizaciones erróneamente concebidas, máxime cuando además, la industria del automóvil está cada vez más en auge y los vehículos salen al mercado con una celeridad tremenda. Se pasó de un coche por familia a tres vehículos por vivienda o familia. Si a esto le añadimos el aumento y concentración de población que ha sufrido Alicante, el incremento del índice de ocupación, el aumento de densidad de los flujos de tráfico de vehículos y la inamovilidad de la estructura urbana, lo que se necesita, lo que se demanda, es la agilización del tráfico de vehículos y no lo contrario como se ha hecho al cortar uno de los accesos principales y que funcionaban perfectamente.

El bisturí hay que introducirlo para diseccionar aquello que deja de funcionar, pero en esta ciudad somos doctos en hacer justo lo contrario.

Además de lo precedido, hay que considerar que nos olvidamos con excesiva rapidez de que nuestro sistema de consumo de energías está vinculado al confort y éste está vinculado al medio de transporte individualizado y en función de tales hábitos, el ahorro energético tenemos que verlo desde la sostenibilidad de las fuentes que nos abastecen y nos permiten movernos con total independencia. El bienestar del conjunto de la sociedad no está vinculado exclusivamente a la creación de grandes áreas urbanas peatonalizadas, sino más bien, a minimizar los recorridos de los vehículos a motor.

Deberíamos reflexionar sobre qué supone la peatonalización de una zona del centro de la ciudad, máxime cuando precisamente además de coincidir con uno de los accesos principales e importantes del núcleo comercial más consolidado, su funcionamiento era impecable. En la Universidad de Alicante tenemos un ejemplo de libro.

Hace algunos años que en el recinto universitario se permitía el acceso directo desde la rotonda a la Facultad de Derecho por su lado este. Se permitía el acceso directo al centro del recinto universitario hasta que se remodeló y se cerró el acceso a vehículos al área central, teniendo que dar un alargado recorrido perimetral al ámbito universitario para llegar al mismo sitio.

¿Qué consecuencias trajo tal intervención? Primero, mayor recorrido para alcanzar el mismo punto de destino, mayor gasto de combustible, mayor emisión de CO2 y segundo, lo que pocos estiman, mayor tiempo perdido en el coche para llegar al mismo lugar. Pongamos en una balanza qué debe primar, si la solución tal cual hoy se padece o la que se disfrutaba anteriormente. Olvidamos con frecuencia que tenemos que tener en cuenta la funcionalidad de los espacios urbanos y los rendimientos económicos de sus recorridos.

El articulista Jorge Domenech el mismo domingo 10 de enero, dio una espléndida y brillante exposición de las consideraciones que se olvidan cuando hablamos tan alegremente de peatonalizar centros urbanos, pues no siempre mejoramos el hábitat con tales intervenciones, sino que lo empeoramos y además, encarecemos la movilidad de los usuarios al prolongar los recorridos al mismo destino. Les invito a su lectura.