Ya nos alcanzó 2010, y el atrevimiento navideño de los que mandan en la educación valenciana parece no tener límites. Después de cocinar adecuadamente algún indicador educativo, la Conselleria de Educación se ha lanzado a proclamar en los medios de comunicación que "la Comunitat es la segunda comunidad autónoma que presenta menor porcentaje de fracaso escolar entre niños de 8 a 12 años". Para tan magnífica noticia apelan a un curioso indicador, la tasa de idoneidad, un indicador que muestra el alumnado que progresa adecuadamente en la escolarización obligatoria, realizando el curso que le corresponde por su edad. Y es verdad: dicho indicador revela que, en el curso 2006-7, el 85,8% de los escolares valencianos empezaba la ESO a los 12 años, lo que sitúa a nuestra Comunitat por detrás sólo de Cataluña, País Vasco y La Rioja.

Sin embargo, esta magnífica noticia me trae a la memoria un chiste que corría por la extinta URSS: una maestra de una guardería de Moscú cuenta a los niños lo maravillosa que es la sociedad soviética; un niño se echa a llorar y la maestra, emocionada, le pregunta por qué. El niño le contesta que, oyéndola, le han entrado muchas ganas de ir a la URSS (¡).

Distingamos, pues, entre indicadores cocinados y la dura realidad de la educación valenciana. Una realidad que muestra que, ese mismo curso, sólo el 66,3% de los escolares valencianos (7,2 puntos menos que una década antes) empezaba 3º ESO a los 14 años. O, que, en dicho curso, sólo el 55% de nuestros alumnos (9,2 puntos menos que diez años atrás) estaba en 4º ESO. ¡Y todo ello a pesar de las publicitadas "22 medidas para mejorar el rendimiento escolar del alumnado, propiciar el éxito y luchar contra el abandono prematuro"!

No obstante, la tasa de idoneidad en la educación valenciana no es más que un indicador del estado de salud de ésta. Por cierto, un indicador que muestra que el 44,2% de nuestros escolares acumula alguna repetición antes de 4º de ESO (12,6% en Primaria y 31,6% en ESO), unos datos que cuestionan, con razón, la complacencia oficial con el pretendido éxito escolar de nuestra Comunitat en el tramo de 8 a 12 años.

Por consiguiente, para hacernos una idea del verdadero estado de salud de la educación valenciana debemos acudir, además, a otros indicadores. A saber, la tasa bruta de graduación en la ESO (relación entre el total de alumnos que titula cada año, de cualquier edad, y el total de jóvenes de 16 años), la tasa de abandono educativo temprano (población de 18 a 24 años que no ha completado algún nivel de secundaria postobligatoria y no sigue ningún tipo de educación) y el nivel de formación de la población joven (población de 20 a 24 años que ha completado algún nivel de secundaria postobligatoria). Tres indicadores básicos en el horizonte de la Estrategia de Lisboa para el 2010, año en cual debían alcanzarse estos logros: al menos una tasa bruta de graduación en ESO del 80%, un 10% de abandono educativo prematuro y un 85% de jóvenes con secundaria postobligatoria.

Veamos, la tasa bruta de graduación en ESO de los escolares valencianos, en el curso 2005-6 (último curso con datos oficiales, aunque sin indicios visibles de mejoría alguna), es del 60,3%, a casi 20 puntos del objetivo citado; nuestra tasa de abandono educativo temprano, ese mismo curso, era de un 31,8%, y el nivel de formación de los jóvenes valencianos subía al 61,4%, más de 20 puntos por arriba y por abajo, respectivamente, de los objetivos ya citados para 2010.

En consecuencia, es en relación con la Estrategia de Lisboa (mejorar la calidad y eficacia de los sistemas de educación y formación para convertir a Europa en la economía basada en el conocimiento, más competitiva y dinámica del mundo, capaz de crecer económicamente de manera sostenible con más y mejores empleos y con más cohesión social) como debemos valorar la situación de la educación valenciana.

Pues bien, el análisis de los indicadores sobre la situación de la educación valenciana deja escaso margen para el optimismo sobre nuestras posibilidades de acercarnos algo a los mencionados objetivos europeos para este año que estrenamos, y no sólo por la brecha enorme entre éstos y la realidad de nuestro sistema de educación y formación, si no por la certeza de que la educación valenciana viene siendo pilotada de espaldas a la sociedad del conocimiento y en confrontación con los propios agentes educativos. Sin un diagnóstico consistente sobre las deficiencias de nuestro sistema escolar, sin un plan articulado de medidas realistas y eficaces y sin voluntad sincera de lograr una amplia concertación social y política en torno a aquellas, resulta poco verosímil el rescate de la educación valenciana del desastre (no despreciemos la enorme capacidad de exclusión social de un sistema educativo ineficaz) por el que camina.

Decía recientemente el ministro Gabilondo: "La educación es un bien público y un derecho público. Y público no quiere decir del gobierno, sino de toda la sociedad". Es cierto, es la sociedad valenciana la que necesita que los que gobiernan su sistema de educación y formación tengan el talento preciso para saber lo que hay que hacer para mejorar la calidad y eficacia del mismo y la humildad necesaria para convencer a los demás de que hay que hacerlo. Sobretodo ahora que 2010 ya nos ha alcanzado.