Había una vez un hombre que se llamaba Alí Babá y tenía un hermano que se llamaba Kassim. Alí Babá era honesto, trabajador, bueno, leñador y pobre. Kassim era deshonesto, haragán, malo, usurero y rico. Alí descubrió un día, mientras trabajaba, cómo cuarenta jinetes, con sus alforjas repletas de oro, llegaban ante una gran roca. El jefe de los jinetes gritó: "¡Corrupción, ábrete!", y para sorpresa del honesto, trabajador (y, en consecuencia, pobre) Babá, la roca se abrió.

Los cuarenta jinetes, tras depositar en la cueva el oro que trasportaban en sus alforjas, marcharon a por nuevas comisiones y en busca de terrenos que recalificar, Alí se situó entonces frente a la roca, pronunció las palabras mágicas: "¡Corrupción, ábrete!", y la roca se abrió.

Alí se encontró en el interior de la cueva con tres negrazos musculosos que guardaban la entrada. Cruzados de brazos, se presentaron del siguiente modo: "Yo soy Bongo, presidente del Gabón", anunció el primero; y mientras giraba su torso mostró al asustado Alí Babá un elegante barrio de París donde se levantaban 39 chozas construidas con palmas de oro, y con mamíferos de lujo aparcados frente a cada una de ellas; "Yo soy Sasson Nguesso, presidente del Congo", se presentó el segundo, y también señaló con su mano extendida otros muchos chamizos de construcción fina y sólida, situados en un barrio muy parecido a Saint Honoré, de cuyas paredes colgaban diamantes y zafiros; "Yo soy Obiang, presidente de Guinea Ecuatorial y amigo de España, y todo esto que ves es mío", dijo el tercero, mostrando varios elefantes e hipopótamos engalanados con rubíes, ágatas y perlas.

Alí Babá observó que la cueva se ampliaba hacia la derecha. Pasó cerca de él un coche Infinity, y otros residentes en la Cueva saludaron alborozados al que lo conducía. "Ahí va Ric", dijo Bongo enseñando su blanca dentadura. "Creo que tiene reunión con Don Vito", observó Sasson Nguesso con admiración. "Todos en la Cueva tenemos por Ric el mayor respeto y avalamos su excepcional gestión", puntualizó Obiang.

"Pasa, pasa y verás", le instaron solícitos los tres guardianes, mientras empujaban con leve toque a Alí hacia el interior de la cueva. "Por allí encontrarás al hijo de Mitterrand dedicado al tráfico de armas. Está acompañado de Charles Pasqua, ex ministro gaullista al que reconocerás por la condecoración española que luce en la pechera". "Y por acá, al gran Luis Pascual Estevill, prestigioso juez que cobró 450.000 euros por evitar el desagradable ingreso en prisión de seis empresarios". Alí comprobó que aquella parte de la cueva destinada a albergar españoles estaba repleta de representantes de todas las autonomías que residían en oquedades que ostentaban su propia denominación: en "Pringue" vivían a cuerpo de rey los imputados en el caso Arena de Palma de Mallorca, con el ex president Matas dándose la gran vida, mientras Maria Antònia Munar se pasaba las noches y los días repeinándose en una peluquería de luxe; en la oquedad llamada "Fraude" residía una nutrida representación catalana, con Félix Millet, el saqueador del Palau de la Música, cantando el repertorio completo de "La Trinca", en tanto le hacían los coros el que fuera alcalde socialista de Santa Coloma y los destacados militantes de CiU Alavedra y Prenafeta, y "Luigi", ex diputado de los socialistas catalanes, dirigía a todos con una batuta en cuya punta lucía un rubí; en la oquedad denominada "Abuso" vivían, embozados en sus gabardinas, los espías de la Asamblea de Madrid; en la rotulada "Cinismo" la multitud era tanta que ni la sofisticada tecnología de la empresa Lynce era capaz de dar una cifra ni siquiera aproximada: allí moraban desde el nuevo portavoz del PP en las Cortes Valencianas, que exigía la rápida comparecencia de Leire Pajín, "acompañada de su madre", para someterla al tercer grado de valencianidad, "porque no queremos que su elección se demore", hasta el alcalde del pequeño municipio de Granja de Rocamora quien, según "los que han urdido un montaje contra mí y contra el pueblo", infló en un 30% el cuerpo electoral, con votantes censados en solares, en la autoescuela de la localidad y hasta en su propia casa. Es tanta la identificación con su pueblo que él mismo se apellida Rocamora, como si nuestra alcaldesa se llamara Sonia Alicante, que camino va de ello.

Alí, extasiado frente a tanta corrupción transversal y unipolar, se aproximó a un señor de grandes bigotes, que parecía simpático y asequible, para preguntar sin ofender: "Me han dicho que quieren organizar los Juegos Olímpicos en Castellón, Valencia y Alicante, ¿con quién hay que hablar?". El de los bigotes, que andaba abstraído con unas facturas, después de mirarlo de abajo arriba, le respondió con conmiseración: "Pero Alí, si tú eres honesto, trabajador, bueno y pobreÉ". Y Alí, con la rapidez propia de los descendientes de Al-Andalus, le contestó: "Pero mi hermano Kassim es deshonesto, haragán, malo, usurero y rico". "Ah, bueno, entonces tomo nota", dijo el bigotudo mientras humedecía la punta de su lápiz en la lengua de Sasson Ngueso, el presidente que, el pobre, tiene que mantener con el sudor de su frente 24 chozas de lujo y 100 cuentas corrientes en el barrio más elegante de la Ciudad de la Luz.