No ha sido, en absoluto, un camino fácil, pero la situación por la que han atravesado los monitores y los alumnos del Colegio Público Rafael Altamira de El Campello, y sus respectivos familiares, a raíz de la detención por presuntos abusos sexuales a menores, parece que ha llegado a su fin. El sobreseimiento y archivo definitivo del caso por parte de la titular de Juzgado número 4 de Alicante, confirmando la inocencia de los cuatro monitores, da por zanjado un asunto que ha inquietado a la sociedad campellera durante más de diez meses.

Esta decisión judicial, a expensas de cualquier otro posible recurso que interponga alguna de las partes, es motivo de satisfacción para el Ayuntamiento que presido. Como alcalde de El Campello reclamé horas después de la detención de los monitores, que se actuara con prudencia, confianza y solidaridad. La noticia no sólo afectaba a la comunidad escolar del colegio Rafael Altamira, involucraba a todo el municipio de El Campello. Todos los ciudadanos, por igual, debían afrontar este triste episodio con la prudencia necesaria que implica respetar y proteger a unos niños menores de edad, cuya intimidad y su desarrollo psicológico estaba en juego.

Al mismo tiempo, se debía conceder obligatoriamente la confianza hacia el Estado de Derecho y la Justicia, respetando la presunción de inocencia de los acusados. Y por último, era imprescindible ser solidario con todas las partes afectadas, ya sean los menores, los monitores y sus respectivas familias. Desde el Ayuntamiento de El Campello, en cualquiera de sus departamentos, siempre se actuó conforme a la Ley, como amparan informes y documentos que están a disposición de quien los quiera consultar. Y siempre se buscó la racionalidad y la comprensión ciudadana.

Meses después, la investigación ha seguido su curso y la Justicia ha tomado una decisión que, como alcalde, respeto. Por un lado, se ha confirmado que los menores no sufrieron ningún daño, ni físico ni psicológico. Por otro lado, es mi deseo que a los monitores inocentes se les restaure su dignidad y honor. Será una labor ardua y lenta, pero con el compromiso y apoyo de todas las partes, siempre se podrá conseguir. Y por último, sólo cabe esperar que la tranquilidad regrese al centro educativo, de lo cual no tengo ninguna duda, por el bien de toda la comunidad escolar del colegio Rafael Altamira y de todo el pueblo de El Campello.