Uno de los cánceres más virulentos de la democracia es el transfuguismo. En 1979, apenas iniciado el camino de la democracia, había una legislación local que castigaba al tránsfuga -ese ser que se agazapa bajo las siglas de un partido para luego darse la vuelta, traicionar a sus votantes y buscarse la vida negociando sus intereses con el adversario- con la pérdida de su cargo. Al poco tiempo, el Tribunal Constitucional eliminó esa norma y dijo que un electo tiene derecho al cargo mientras dure su mandato.

Así que, desde entonces, hay dos realidades que se compadecen mal. La jurídica, que hace posible que unos cuantos indeseables hagan mangas y capirotes con el cargo que le han encomendado sus electores; y la política, que debe evitar que el voto sea una vergonzosa moneda de cambio, vulnerando la voluntad popular. Esta contradicción abre una brecha en la democracia de partidos, por lo que un elemental sentido ético y, más aún, de pura supervivencia, hace necesario presentar un frente común -entre todos los que creen en la democracia- para hacer prevalecer un principio profiláctico que rige desde tiempo inmemorial: ¡Roma no paga traidores!

Cada vez que se produce un caso de transfuguismo, los engranajes de la democracia chirrían. Casos de estos se han dado en todos los partidos, pero no creo exagerar si digo que en el pepé son más frecuentes, pues en el pepé se tiende a pensar que lo importante es el resultado, o sea, tocar poder, y disfrazan ese atentado a la democracia apelando a la ingobernabilidad, al caos y a otras cosas por el estilo. De ahí que el pacto antitransfuguismo sea asimétrico, pues unos lo cumplen más y otros menos.

Benidorm resulta ser un ejemplo elocuente. Apoyándose en una tránsfuga, Maruja Sánchez, accedió Zaplana al poder en Benidorm, desde donde inició su irresistible ascenso al control absoluto de la Comunidad Valenciana. Recientemente, el pepé, a pesar de que se está trabajando en la actualización del pacto antitransfuguismo, ha vuelto a aprovecharse de situaciones parecidas en Dénia, Villajoyosa, y en otros lugares. Ahora bien ¿son estos motivos suficientes para que los socialistas se embarquen en una aventura de este tipo en Benidorm?

Cuesta creer que tal supuesto puda siquiera plantearse. Pero así es, por lo que hay que pensar que algo grave está sucediendo, un espectáculo lamentable en que parecen mezclarse urgencias de poder, intereses familiares y personales, lucha por el control de la organización, todo ello conducente a una alocada desviación de los principios que sostienen el crédito socialista.

Se dice, casi es un secreto a voces, que Leire Pajín, secretaria de Organización federal y número tres del PSOE, ha estado detrás de la operación, pese a sus protestas públicas algo tardías y en sentido contrario. No seré yo quien lo afirme o lo confirme, pues me faltan datos. Pero es evidente que sus allegados políticos en la provincia, especialmente Ana Barceló, secretaria provincial, hablaron en su nombre, avalando y animando a que el cambio se consumara en Benidorm de la mano del tránsfuga. Se ha oído y escrito de todo a lo largo de estas últimas semanas para justificar esta apuesta: que no presentar la censura es de tontos, de inmaduros, que es una respuesta merecida a lo que antes hizo el pepé de Zaplana, que es legal, y otras consideraciones deplorables más propias de una banda de oportunistas que de gentes que tienen que responder de unas siglas cuya divisa es la honradez (aunque se equivoque).

Así que hubiera sido esperable un pronunciamiento más enérgico de Leire Pajín, situándose en la línea marcada por Jorge Alarte, secretario general del pesepevé, un dirigente recientemente elegido, cuyo reforzamiento como líder debería ser prioritario en las filas de un partido que esté en su sano juicio, en lugar de echarle un pulso y desestabilizar aún más a una formación tocada. Maldita la imagen que se daría haciendo bueno a Zaplana y a todos los que, al amparo de una legalidad estrecha, enturbian la vida política y pisotean la confianza de los electores. Pronto los partidos políticos tendrían que bajar la persiana.

En éstas estábamos cuando ayer explota la bomba de que los concejales socialistas de Benidorm estampan su firma en la moción, al lado de la del tránsfuga, y anuncian de paso su baja en el Partido Socialista. El acabóse. Pocas veces he visto una operación tan desvergonzada, que hace trizas la imagen de este partido, arrojándole a los pies de los caballos y armando una trifulca interna que no sé cómo acabará. Buen trabajo. Yo no sé qué reacciones habrá, aunque me lo imagino. A mí se me ocurre una que es de libro: tendrá que aclarar Leire su papel en todo esto, tanto si estuvo detrás del desafuero como si no. Si estuvo, porque es impropio de una socialista; si no, porque toda una secretaria de Organización no puede hacer gala de tanta incompetencia. No creo que sepa Leire, adoratriz de Zapatero, el daño que puede estar haciendo al propio Zapatero. o

José Asensi Sabater es catedrático de Derecho Constitucional de la UA.