El sumo Pontífice representa, por voluntad de Jesucristo, el fundamento de la unidad de la Iglesia. Él ha recibido a Jesucristo, a través de San Pedro, la potestad plena, suprema y universal de gobernar religiosamente a toda la comunidad cristiana. Él puede y debe ejercer su función de Pastor de toda la Iglesia con entera libertad, como consecuencia de su responsabilidad. La mayoría de los españoles no tiene el menor reparo en reconocer y vivir estos valores del Sumo Pontífice, y manifiesta su plena fe en ellos como obra de Jesucristo. El problema se ha planteado recientemente, cuando un grupo de parlamentarios españoles presentó a la Mesa del Congreso una proposición de reprobación de unas palabras, pronunciadas por el Papa en una entrevista, durante su viaje apostólico a África, sobre la contención del sida en este continente. Lo que realmente dijo el Papa, desde un punto de vista moral, fue que la verdadera solución contra el sida en África pasa por "una humanización de la sexualidad, es decir, una renovación espiritual y humana, que conlleva una nueva forma de comportarse el uno con el otro". Insiste el Papa en que "si no hay responsabilidad personal, no se puede solucionar este flagelo, distribuyendo preservativos". Era su juicio moral para el que tiene plena competencia. Las palabras de los parlamentarios españoles firmantes pretendía forzar al Papa a una retractación de sus consideraciones morales como erróneas y dañosas a la salud de los africanos. Esta iniciativa dejó perplejos a la Santa Sede, que no ha replicado oficialmente, y a los creyentes españoles, representados por sus cardenales. El Cardenal Rouco Varela, arzobispo de Madrid y Presidente de la Conferencia Episcopal Española, el Cardenal Cañizares, que fue arzobispo de Toledo, el Cardenal Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona, el Cardenal Amigo, arzobispo de Sevilla, y el Cardenal García Gasco, que fue arzobispo de Valencia, todos ellos manifestaron por escrito su más enérgica protesta. "Nos ha dolido mucho a los católicos españoles", escribía el Cardenal Rouco. Pues bien, el Día del Papa es una excelente oportunidad para volver a las relaciones cordiales de confianza y amistad, que siempre han caracterizado a los españoles con el Papa.