A Paco Esquivel, sevillista.

Aunque ustedes no se lo terminen de creer, Patxi y Pep son a partir del pasado domingo, dos vidas paralelas, tan paralelas que ríanse ustedes de aquellas cincuenta de Plutarco donde enfrentaba a un personaje romano con uno griego. Aquí no se trata de enfrentar a un vasco y a un catalán sino en como deben afrontar el futuro que se les viene encima y que amenaza con aplastarles si no espabilan. El pasado domingo, saben, fue uno de los más tristes de esta vida que lleva uno sufriendo desde tiempo ha. Se juntaban varios espectáculos políticos y deportivos que hacía que mi alma, suponiendo qué, pendiera de un hilo. De un lado, el serio y poco inteligible Touriño se la jugaba en Galicia tras casi cuatro años de gobierno en unas elecciones que bien podía haber adelantado hace unos meses y tal vez le hubiera ido mejor que ahora, con lo de la crisis y todo eso. De otro, el nuevo entrenador del balonmano azulgrana, recién llegado como aquel que dice, se jugaba el ser o no ser en la Copa de Europa enfrentándose al Ciudad Real, tal vez el mejor equipo del mundo, tras haber regalado los partidos en casa frente a los manchegos y al Kiel alemán. Los dos perdieron y no me alegraron la noche, precisamente.

Pero lo peor aún estaba por llegar. Compré religiosamente el partido que enfrentaba al Barça contra el Atlético de Madrid por Digital Plus deseando, aunque no esperando, que los de Pep y Messi se impusieran a los colchoneros de Abel Resino y el Kun. Las cosas no podían ir mejor cuando a la media hora o así, los míos ya llevaban dos a cero. Todo estaba tan claro que me pasé a la Televisión vasca para ver como iba lo de la participación en Euskadi. Ya puesto, me esperé a que dieran el sondeo de la tele autonómica. Primer soponcio y de los gordos. De todo lo que se había augurado que el PSE podía ganar, siquiera en votos aunque no en escaños, nada de nada. Ibarretxe, con su ñaca-ñaca aparcado momentáneamente, se volvía a erigir en vencedor de los comicios y, encima, ganando diputados. Los de Patxi, a pesar de su subida, no conseguían romper la barrera y se quedaban bastante por detrás de los nacionalistas del PNV. Desengañado aunque todavía esperando que las dichosas israelitas se equivocaran, como tantas veces, cambié al Digital Plus para ver como iban las cosas para los otros míos. Y no podían ir peor: empate a dos y Valdés cantando, como siempre. Decidí que era mejor volver a la ETB vasca, pero allí las cosas no parecían mejorar porque cada vez que conectaban con la Conserjería de Interior, el PNV se quedaba con un diputado más. La única noticia positiva era que sus socios de gobierno, EA y EB, no terminaban de arrancar. De nuevo me pasé al Calderón, justo cuando el Aleti fallaba una ocasión de oro y Henry, a pase de un jugador islandés que nunca supe por qué está en el Barça, marcaba el 2-3. El grito que pegué llegó hasta Álava, donde el PSE se aupaba con el primer puesto y la cosa mejoraba. Finalmente, la noche se convirtió en una auténtica pesadilla ya que los del Manzanares metían dos goles en quince minutos a un Barça esperpéntico y la Conserjería del Interior se sacaba de la manga en el último segundo un nuevo escaño para el PNV, ya llevaban 30, que arrebataban, precisamente, a los de Patxi López, que se quedaban en 24 diputados.

Ahora viene la disyuntiva: ¿Renovará Pep la mentalidad de unos jugadores que vuelven a la mediocridad y gandulería de las dos últimas temporadas con Rijkaard? ¿Será capaz Patxi de presentar candidatura a la lendakaritza dependiendo de los caprichos de la derecha, representada por el PP y el partido de Rosa Díaz? ¿Será capaz Pep de sacar el látigo y recordar a sus divos que hay que correr los 93 minutos de rigor y poder ganar, todavía, la Liga? ¿Renovará Patxi su promesa electoral de convertirse en alternativa al nacionalismo democrático a pesar de que desde la calle Ferraz madrileña no les hará ninguna gracia perder a sus cinco socios coyunturales, los diputados del PNV, fundamentales para la estabilidad del gobierno Zapatero? ¿Valorará Pep que puede ser el entrenador más efímero de la etapa Laporta si no cambia el rumbo de sus figuritas y el suyo propio dejando de alinear a Pinto, Hleb, Gudjonsen, o al lento Touré, regalando primeras partes lánguidas y estériles? ¿Valorará Patxi que si no da el paso adelante su carrera política habrá finalizado bruscamente y que si Zapatero no le anima en ese sentido será éste el que perderá las próximas elecciones generales? Menuda encrucijada.