Pedía el martes Jesús Vázquez, yo creo que forzado por el contrato, que corriéramos todos a CArrefour a por el disco de "OT", que ya está en la calle. Estoy que me voy a por él, Jesús. Me imaginaba ante la estantería dando codazos para hacerme con el tesoro. No tengo ni puta idea de los nuevos talentos de la canción. Y así seguiré. Llegué ahí porque antes había pasado por "Escenas de matrimonio", sí, la guarrería intelectual de José Luis Moreno, y me quedé entre dos mundos. Quería comprobar que Manuel Galiana seguía formando pareja con Mary Carmen Ramírez. Lo digo porque a su vez, con el cerebro crepitando, venía de La 2. De ver a Manuel Galiana. Recorría el capítulo cuatro de la serie "El camino del Cid". Serán ocho entregas en total, arrancando con el destierro del Campeador por orden del rey Alfonso VI y acabando en la última frontera.

O sea, desde Burgos a Valencia y Alicante. El capítulo cuarto estuvo dedicado a las vegas del Jalón y el Jiloca, o sea, los caminos del agua que tan bien supieron cultivar los árabes. Cuando en el siglo XII fueron expulsados de esos territorios el sello artístico de los domesticados, es decir, los mudéjares, salpicó la geografía aragonesa con un estilo único que mezcla eficacia y belleza. Calatayud es hoy una joya viva que conserva el arte mudéjar como el único del que los españoles podemos envanecernos, decía Marcelino Menéndez Pelayo. Bien. A qué viene tanto alarde. Viene a que con esas mimbres, con las de la arquitectura, gastronomía, o costumbres, urde Galiana sus reportajes, es verdad que un poco envarados, pero dignos, de calidad, la misma persona que en la maldita tira de Tele 5 alcanza cotas tan notables de chabacanería que harían resucitar al mismo Cid.