Qué está ocurriendo para que los médicos, los de cabecera primero y los especialistas después, se estén echando a la calle de un tiempo acá para denunciar sus precarias condiciones de trabajo Los ciudadanos, los que están enfermos y los que gozan de buena salud, asisten perplejos a una sucesión de concentraciones, pancartadas y manifiestos protagonizados por profesionales que airean unas quejas que van desde la exigencia de poder disponer de diez minutos en consulta, di-ez-mi-nu-tos, para atender a cada paciente, hasta la inestabilidad en el empleo o los contratos para hacer las guardias. El mensaje «empleo precario=sanidad precaria», que se podía leer en algunas de las pancartas que portaban los médicos esta semana, es el que más preocupa a los ciudadanos. No es la primera vez que en estas mismas páginas aparecen denuncias sobre las deficiencias laborales que afectan a un colectivo que, sin duda, genera una altísima sensibilidad social. A esas denuncias de precariedad le han seguido otras alertas en torno a la falta de médicos en algunas especialidades, a la necesidad de cambiar los denominados «numerus clausus» en las facultades de Medina o a la diáspora de profesionales que se marchan a otras comunidades o a otros países donde están mejor retribuídos. Es de suponer que en las administraciones, en la central y en la autonómica, se debe haber encendido algún piloto de urgencia que les lleve a reflexionar sobre las quejas que se vienen produciendo. Porque, admitiendo incluso que el momento elegido para reivindicar soluciones tuviera que ver con la coincidencia en el tiempo de las inminentes elecciones, lo cierto es que algo debe estar doliendo y mucho para que se produzca semejante ruido de batas blancas.