E sta semana estoy confundido. No sé en qué casillero meter lo que tengo que meter. Veo que el Festival de Cine de Málaga tributa un homenaje a Sara Montiel , pero hablan de ella en la mesa camilla de los programas donde van de un cuento a otro, y pasan de la violetera a la parturienta de Ambiciones haciendo un alto en el estropicio que los chicos que guardan la espalda de Leonardo Di Caprio estamparon en el lomo de los fotógrafos que trataron de recoger la imagen del actor junto a su novia, una modelo israelí, cuando ambos salían de la plaza de las Mezquitas, hablan en Cuatro las chicas que ayudan a Concha García Campoy a desmenuzar esas intimidades, pero Antonio Gasset , en su «Días de cine» de La 2, apenas se detiene en la manchega, quizá porque este tipo, que disimula su altiva arrogancia con gestos de apariencia campechana, y por eso habla de su prole y les manda besitos, como hacen las señoras de pueblo que llegan a la televisión por primera vez, piensa que Sara Montiel está demasiado manoseada en los lodazales catódicos como para que alguien como él le preste atención. Fue Rosa Villacastín la que verbalizó la pena general por culpa de la propia estrella, que sin necesidad convirtió su vida en una mercancía que volaba de plató en plató como una vulgar buscavidas, y la gente más joven la conoce más por sus estrambóticas peleas con su marido cubano que por sus bellos, calculados, afectados, hieráticos pero arrebatadores primeros planos de sus películas. A Sara le pasará igual que a la gran Lola Flores , otra vez resucitada por la película «Lola» de Miguel Hermoso , que también, creo, pasa por Málaga, aunque no por los programas de cine, pero sí por los de cotilleos.

No sé en qué casillero meter a Joseph Ratzinger , porque lo mismo hablan de él en «La mirada crítica» que salen a la calle para rellenar minutos con la opinión de la gente que luego nutrirá un apartado de «Espejo público», convertido ya, y aquí dejo constancia de mi erróneo cálculo, en un digno referente de la televisión matutina, y además, como quien va por los callejones recogiendo desperdicios reutilizables, Eva Hache echa unas risas con las ocurrencias vaticanas, Andréu Buenafuente sienta a su diestra a Manolo Escobar , el papa popular, y El Gran Wyoming se apunta, o debiera hacerlo, a los programas en latín, como está mandado. Ahí quiero llegar. No sé ni en qué casillero meter a los que tienen fe y pertenecen al club católico ni a los que no pertenecen a ese club ni a ningún otro porque no somos creyentes. Lo digo porque veo en las tertulias a católicos muy enfadados con su líder porque Benedicto XVI ha pedido lo obvio, y lo digo sin ironía. Ha pedido que el político católico, y que el ciudadano católico ejerzan como tales. Se acabó con el relativismo. No puedes ser ni decirte católico si no sigues las reglas, no puedes divorciarte y luego pretender comulgar, no puedes ser maricón, querer casarte con tu chico y pretender que te case un cura, no puedes formar parte de esa institución dogmática si no sigues sus dogmas, y si ejerces la política y te consideras católico no puedes votar a favor del aborto, ni del divorcio, y si estás atada a un respirador artificial como lo ha estado Inmaculada Echevarría en los últimos 10 años en un hospital religioso de Granada no se puede esperar que la jerarquía católica se apiade y la deje morir en la que fue su casa tanto tiempo, y por eso, antes de que los médicos la desconectaran de los tubos, la mujer fue trasladada a un hospital público. Es lo que hay. No sé de qué se extraña la gente. La fuerza del catolicismo no radica en el diálogo ni en la tolerancia sino en la firmeza, dice el jefe romano, o sea, colijo yo, en el ordeno y mando, como rigen las dictaduras. Normal. Ahora Ratzinger decide volver al rito de la misa en latín. Y qué. Las normas están para cambiarlas y cumplirlas. Decirte católico y no seguirlas es de cínicos. O las sigues, o te borras.

¿Dónde meter estas diatribas, en «Pueblo de Dios» o en una sección del polígrafo, para saber de verdad quién sí y quién no es católico Ese irrefutable juez dictaminaría no sólo si Chelo Blanes , hermana de Camilo Sexto , utilizó al hijo del artista para sacar tajada sino para saber si la Jesulina Carmen Janeiro acude a la cita con las chaneles de Cuatro sustituyendo a la auténtica estrella, a la cuñada recién parida, esa que, según escucho al repelente Sergio Álix es noticia siempre, al contrario, dice, que Belén Esteban , que no es nadie. Que no me toquen a mi Belén. ¿Quién es La Campanario Menudo follón se arma en el plató de «A tu lado», caliente ya con la presencia de Pipi Estrada , conocido por su pipón, escucho al día siguiente en el bancal de los tomateros, para dictaminar, como un nuevo polígrafo, si la presencia casual de la prensa caníbal a la salida de un comedero de lujo fue casual o hubo llamada previa de Terelu Campos para a); desmentir con hechos que no hay ruptura entre ella y Carlos Agrelo -me pillan fuera de juego, no sé quién es Carlos Agrelo - , o b); volver al ruedo mediático ya que la hijísima no se come una rosca. Pipi asegura que cuando salía con ella jamás llamaron a ninguna agencia, aunque enseguida apunta que ahora no se fía un pelo de Terelu. No pudo decir más. El plató se convirtió en el Senado, ese espejo donde no es aconsejable mirarse, sobre todo cuando los senadores del PP preguntan algo a Rodríguez Zapatero y, sensatos, serenos, hasta las trancas de sentido común, siguiendo la consigna de su jefe, armaron la penúltima bronca. En «A tu lado» no tienen a Pío García Escudero , pero sí a Aida Nízar , primero expulsada de la cloaca, y ahora recuperada, y a Mila Jiménez , y a la mítica santa Lidia Lozano . ¿Son intercambiables algunos senadores con esta basca Tendré que estar atento a las nuevas entregas de «Cafetería Manhattan», la tira diaria que estrenaba esta semana en la sobremesa Antena 3 por si lo explican, y donde de nuevo, alimentando mi inicial confusión, no sabe uno si lo que ve es una serie o un nuevo formato de informativo con el sello, avanzado, de la cadena. Por cierto, Javier Alonso , el cura de cabecera de «Espejo público», es así o se lo monta. Mi cabeza no discierne. La próxima columna, en latín, para compensar la banalidad de esta. Yo digo como la Esteban, punto pelota. Irrefutable.