S iempre las infraestructuras de comunicación han sido fundamentales para el desarrollo de los pueblos, pero en la era de la globalización, de la economía de la información y de la alta velocidad, que es la actual, su función es decisiva. No porque sean motores del desarrollo, sino porque su insuficiencia comparativa puede estrangular, o al menos obstaculizar seriamente, el impulso económico de un pueblo. Es por eso que nos preocupan las sombras que se proyectan sobre el desarrollo del proyecto de alta velocidad Madrid-Comunidad Valenciana.

Los retrasos en la puesta en funcionamiento de la alta velocidad entre Madrid y Alicante, Castellón y Valencia va a afectar sensiblemente la competitividad de nuestra economía, especialmente aquella que depende del turismo y la actividad residencial. El primero da lugar a más del 15% de nuestro producto interior bruto. La segunda sustenta al principal motor de nuestra economía en los últimos años, la construcción. Pues bien, el problema es que con la llegada del AVE a Tarragona, que sitúa a la costa tarraconense a unas tres horas de Madrid, el principal mercado turístico del país, y la próxima finalización del AVE Córdoba-Málaga, que también acorta sustancialmente el tiempo necesario para que el centro de España acceda a la costa malagueña, la Comunidad Valenciana, muy dependiente de ese gran mercado, se resentirá en la demanda turística y residencial. Y todo ello en una época en que los motores tradicionales de nuestra economía, el sector industrial y la agricultura, están en franco declive. Corremos el serio riesgo de que se haga tristemente real el dicho de que en perro flaco todo son pulgas, pues un retraso de entre cuatro o cinco años en la ejecución de la alta velocidad con respecto a tan directos competidores puede hacer muy difícil mantener las posiciones de nuestra oferta en tan importante mercado.

Y no hablo de cuatro o cinco años por hablar ni para lanzar pullas al Ministerio de Fomento, más bien lo contrario. Mi propósito es pedir que se le imprima mayor ritmo y equilibrio territorial a un proyecto que afortunadamente se ha visto acelerado en los últimos años y evitar que se generen estrangulamientos y desequilibrios de importantes consecuencias para la economía y la integración de la Comunidad Valenciana. Los retrasos en ciertos tramos del trazado Madrid-Valencia impedirán la puesta en funcionamiento de la infraestructura y la explotación económica de la misma. El retraso en los trazados de La Encina-Alicante y de Valencia-Castellón generarán perdidas económicas para la red y perdida de competitividad para el área más dependiente del turismo y con mayores problemas industriales, la provincia de Alicante, y la que más apuesta en el presente por el turismo y un desarrollo sectorialmente más equilibrado, la provincia de Castellón. Pero lo más grave tal vez es que tales retrasos darán lugar a agravios comparativos que no benefician en absoluto al proceso de integración de esta Comunidad.

El trazado Madrid-Valencia es el que se encuentra más avanzado en su ejecución, pero incluso en este caso existen dudas fundadas de que pueda estar en funcionamiento en el año 2010, como prometió el presidente del Gobierno, don José Luis Rodríguez Zapatero. En los tramos entre Cuenca y Caudete de las Fuentes, puntos críticos para el proyecto y de gran dificultad constructiva, existe incertidumbre sobre el momento de finalización de la plataforma, que yendo bien nos llevara a mediados o finales del año 2009. Y a esto hay que añadir el tiempo necesario para el montaje de vías e instalaciones, que yendo bien nos llevaría a finales de 2010 o principios de 2011. Pero ir bien significa que la entidad responsable del proyecto (ADIF); debe actuar con rigor, precisión y sentido de anticipación ante posibles problemas en el desarrollo del proyecto. Se añaden a esta sombra las que planean sobre los tramos no licitados aún de las cercanías de Madrid, que habrá que estar atentos para que no se conviertan en otro estrangulante, y la situación de indefinición en que se encuentran las actuaciones a llevar a cabo en la ciudad de Valencia.

Donde no hay sombras sino oscuridad y desconsuelo es en el trayecto La Encina-Alicante y en el de Valencia-Castellón. En el primero es de destacar el tramo Villena-Sax, donde se acaban de presentar ofertas para la construcción de la plataforma pero cuya finalización no se prevé hasta el segundo semestre de 2010. Si a esto unimos el tiempo necesario para el montaje de las vías e instalaciones, la puesta en funcionamiento en alta velocidad y ancho europeo en este trayecto no será antes de finales de 2011 o principios de 2012. Pero la mayor incógnita la tenemos en el trayecto Valencia-Castellón, del que no hay nada licitado para la construcción y cuyos proyectos constructivos son una incógnita.

La conclusión a la que llegamos es que hay más sombras que luces en un proyecto vital para el futuro económico de la Comunidad Valenciana.