L levan tres años reclamando por la injusticia de la que el PP, que ya se creía con la victoria de manera inobjetable y segurísima, se vio privado por gracia de un atentado pavoroso, en el que fallaron con estrépito, o fueron inadvertidos o despreciados por los responsables máximos, casi todos los recursos preventivos del estado: policías, jueces, confidentes. El ministerio del Interior de Acebes no se enteró de la que se nos estaba montando, y todavía el ex ministro sigue sin saber a quién culpar de aquel monumental y devastador despiste. De manera que cualquier excusa es buena para alejar las atenciones sobre el juicio oral. El «Caso De Juana » ha venido muy oportunamente al PP que mantuvo con decenas de etarras una actitud parecida: libertad y vuelta a casa a los enfermos, y a quienes, pese a miles de años de condena por crímenes atroces, cumplían las reducidísimas penas a las que se veían agraciados. De no haber surgido la alarma general y social por el Caso Parot , la libertad de De Juana se habría producido hace un par de años sin pena ni gloria, como con otros muchos etarras que «cumplieron», es un decir, por sus crímenes. Pero la alarma social y general obligó a revisar expedientes. Y empezó el recorrido de un De Juana que ya soñaba con regresar a su Euskadi, hasta su huelga de hambre eficacísima, que ahora ha removido las conciencias y los estómagos de todos.

Ahora, y a cuenta del etarra trasladado a un hospital donostiarra, se ha desatado toda una tormenta política de enormes dimensiones, y el PP y sus medios, voceros y plumíferos afines, llaman y convocan nada menos que a la rebelión cívica de los ciudadanos, con bastante desfachatez, oportunismo e hipocresía, teniendo en cuenta antecedentes, como denuncia el Gobierno de Zapatero , De la Vega y Rubalcaba . El PSOE del comité federal no ha dejado duda alguna de su confianza en que la tormenta pasará y la rebelión volverá a comprobarse en las urnas de este próximo mayo, y del año que viene, que son las pruebas definitivas en una democracia, y al margen de discursos terribles y de afirmaciones heroicas. Ni el Estado se ha rendido ni se destroza España, como ya proclamaron anteriormente cuando el Estatuto catalán. Sencillamente, este Gobierno tiene sus propios modos de tratar de resolver los problemas, y no tienen por qué ser exactamente los que recomiendan Rajoy y Aznar y señora, recuperados ambos para la batalla. Las protestas llaman a la «rebelión» contra Zapatero y el Ejecutivo critica la indignidad de los populares. El PP sale a la calle con miles de personas que animan a rebelarse contra el Gobierno, y el Ejecutivo censura la ignominia de los populares.

Sosiéguense, señores de la política. Este es un pueblo sano y resistente, que somete a juicio a quienes lo dirigen cada cuatro años, y no en calentones súbitos ni por mítines desproporcionados y disparatados.