L ucha secular de los ilicitanos, convertirse en lugar de realengo y deshacerse de la sujeción jurisdiccional del señor de turno, sobre todo desde que el 24 de agosto de 1470 la princesa consorte Isabel -futura reina de Castilla- donase, con el consentimiento de su esposo Fernando y de su suegro, el rey catalano-aragonés Juan II , la villa de Elche y el «castell i lloc» de Crevillent a don Gutierre de Cárdenas . Elche protestó, con conato armado inclusive (del cual ya hemos hablado en esta sección dominical);, pero, finalmente, los ilicitanos tuvieron que acatar a su nuevo señor, reconocido por el Consell de la villa el 8 de noviembre de 1481. Se inicia desde entonces un tiempo de pleitos e idas y venidas por hacer valer los viejos privilegios que impedían la enajenación del Baix Vinalopó de la Corona. Fue en balde, los Cárdenas consiguieron que su señorío ilicitano fuese elevado a la categoría de marquesado, siendo su primer marqués don Bernardino de Cárdenas y Pacheco (1520);, primogénito (el marquesado de Elche será título de primogenitura de la casa ducal de Maqueda); de don Diego de Cárdenas , duque de Maqueda. La línea primogénita masculina de los Cárdenas se extinguió y así el marquesado pasó a los Lancaster, duques de Aveiro, a los Ponce de León, duques de Arcos de la Frontera y finalmente a los Osorio de Moscoso, condes de Altamira, de ahí el otro nombre que recibe el Alcàsser de la Senyoria, tradicional casa de señor, aunque también llegó a ser lúgubre prisión -como recoge Pascual Madoz - y hoy sede del MAHE. Elche perdió toda esperanza de redención tras la victoria de Felipe V en la Guerra de Sucesión, que, definitivamente, tras someter el reino valenciano a sangre y fuego (1707);, dio por finiquitado el pleito secular que enfrentaba a Elche con su señor feudal. Sin embargo, la invasión napoleónica iba a dar un vuelco a la situación, que las Cortes reunidas en Cádiz promulgaron la Real Orden de 6 de agosto de 1811 por la cual quedaban suprimidos todos los señoríos jurisdiccionales y se ponía fin al feudalismo. Elche, pues, pasaba a depender directamente de la Corona. No por deseada esperada, la Real Orden fue toda una sorpresa, aunque por las circunstancias bélicas, el decreto de incorporación de todos los señoríos a la jurisdicción del rey no se hizo publicó en la capital del Baix Vinalopó hasta el 29 de noviembre de 1811. Las Cortes de Cádiz finiquitaron el régimen surgido un siglo antes de la Guerra de Sucesión en tierras valencianas, abriendo las puertas al liberalismo, que si bien no tardaría en ser ahogado, volvería a resurgir una y otra vez hasta la muerte de Fernando VII en 1833. De momento, sin embargo, las disposiciones liberales no levantaron el entusiasmo de autoridades y población. El Ayuntamiento ilicitano tardó una semana en mostrar su acatamiento a la Real Orden. Por entonces, era marqués de Elche, concretamente el que hacía treinta y dos, don Vicente Isabel Osorio de Moscoso y Álvarez de Toledo (1777-1837);, que también era conde de Altamira (el título más conocido);, duque de Sanlúcar la Mayor, Medina de las Torres, Sessa, Soma, Baena y Maqueda, marqués de Astorga, Leganés, Velada, Ayamonte, Villamanrique, San Román, Alanza, Pozas, Morata, Monasterio y Mairena, conde de Cabra, Palamòs, Trastámara, Monteagudo, Lodosa, Arzarcollar, Santa Marta, Villalobos, Nieva y Saltea, vizconde de Iznájar, barón de Bellpuig d$27Urgell, príncipe de Aracena, Baratea, Jaffa y Venosa y Grande de España. ¡Ahí es nada! Aunque, de momento, toda oposición fue inútil, que napoleónicos y liberales de Cádiz no estaban por el mantenimiento del orden feudal.

La primera consecuencia del decreto de las Cortes reunidas en la gaditana Isla de León fue el cese del alcalde mayor de Elche Victoriano Aznar Rubio , que fue substituido por el capitán de fragata en la reserva Francisco Sarabia , y se procedió entonces a la retirada de los blasones señoriales de los edificios públicos, símbolos del poder feudal. El 19 de marzo de 1812 era aprobada la primera Constitución de la monarquía hispánica, aunque sin el asentimiento de ningún monarca ( Carlos IV había abdicado y Fernando VII obligado a renunciar a la Corona por Napoleón );. Desde el 4 de junio de 1808, reinaba en España José I Bonaparte . No obstante, Elche juró lealtad a las Cortes de Cádiz (4 de enero de 1811);. Un año después se le exigió el juramento de la Constitución Política de la Monarquía Española -la Pepa-, primero el 13 de julio, a cuyo acto asistió el general en jefe del segundo y tercer ejército. Más adelante, el día 19 de septiembre se procedió a la jura de la Constitución en la Plaça de la Mercè, que por ello, a partir del día 21, por resolución municipal, se llamó de la Constitución, con placa alusiva inclusive.

Así, el 19 de septiembre, el Ayuntamiento instaló una tarima entre la portería y el campanario del convento, donde se hizo lectura del bando correspondiente con toda solemnidad. El bando fue leído también en las otras parroquias de la villa y en su anexa del lugar de Sant Francesc del Molar, hoy despoblado. No se leyó, sin embargo, en el Llocnou de Santa Pola, pues se consideraba que su población excedía de los mil habitantes y, por tanto, Constitución en mano (artículo 310);, tenía derecho a ser municipio independiente. Esto supuso el inicio de la segregación de Santa Pola, que entre pleitos y reclamaciones todavía tardó más de un siglo en completarse. Dudándose por los ilicitanos si superaba Santa Pola o no el número de habitantes para formar un municipio, se comisionó al párroco santapolero a que certificase el padrón efectivo. Mientras, en espera de ese informe, se hizo la ceremonia formal de acatamiento de la Constitución como en otras pedanías ilicitanas.

No sólo fue Santa Pola, que Sant Francesc del Molar también reclamó ayuntamiento propio, que no consiguió por ser lugar poco poblado, en aquel año de 1812 apenas superaba el centenar de habitantes. Mientras, el gobierno emanado de las Cortes de Cádiz reconoció en principio la segregación del Raval de Sant Joan, que finalmente, también por decisión gubernamental fue agregado a Elche.

Fernando VII «el Deseado» aceptó la Constitución a regañadientes, que finalmente derogó una vez se consideró seguro en el trono el 4 de mayo de 1814. La Plaça de la Mercè recobró su antiguo nombre y la lápida alusiva fue destruida, aunque la antigua jurisdicción señorial ya nunca volvió, a pesar de que se decretó la reintegración de los señoríos el 15 de septiembre. El pronunciamiento de Rafael de Riego en Las Cabezas de San Juan (Sevilla); inició el Trienio Constitucional y Fernando VII tuvo que acatar otra vez la carta magna promulgada en Cádiz (9 de marzo de 1820);. En Elche, el 13 de ese mes, se volvió a cambiar el nombre de la plaza y el Ayuntamiento estableció que se enseñase la Constitución en las escuelas de primeras letras, para lo que se procedió a elaborar un catecismo. La oposición realista, sin embargo, continuó y la invasión de los llamados Cien Mil Hijos de San Luis acabó con la experiencia liberal. El 2 de julio de 1823 entraron los franceses en Elche para restaurar la autoridad absoluta de Fernando VII. De esa manera, Elche se convirtió en un enclave realista frente a los liberales que el avance francés había atrincherado en Alicante. Desde esta ciudad, que entonces no gozaba todavía del estatus de capital provincial, se lanzó un ataque contra los realistas acantonados en Elche, que acabó con el saqueo de la villa el 27 de septiembre. q david@garrido-valls.net