E l presidente de la Generalitat y candidato a volver a serlo, Francisco Camps , acababa de anunciar que la próxima legislatura se haría realidad la vieja aspiración de la gratuidad de los libros de texto, así que el alcalde de Alicante y aspirante a repetir en el cargo por el PP, Luis Díaz Alperi , se vio en la urgente necesidad de doblar la apuesta electoral en un marco tan estrafalario como la inauguración de un colegio público que había abierto sus puertas hacía un año y medio y que, por lo tanto, luce ya en sus paredes las preceptivas pintadas que tanto animan la ciudad. «Tate - debió de pensar la primera autoridad local tras percatarse del enguarramiento - esta es la mía». Fue entonces cuando formuló en voz alta el acuerdo programático al que había llegado consigo mismo durante el garbeo. Si contra la lujuria está la castidad, frente a los grafitis qué mejor cosa que más grafitis. Pero eso sí: bonitos, artísticos y decorativos. Que si un clavo saca otro clavo, un colorista monigote bien puede cubrir un gutural lema impreso en rabioso negro espray. Inventó el alcalde una pólvora que ya han descubierto no pocos comerciantes, alguna que otra guardería, más de dos comunidades de vecinos, una residencia para personas autistas y hasta un asilo de ancianos. Todos ellos, aunque no por este orden y a falta de alguna iniciativa municipal efectiva, aceptaron el chantaje y vienen utilizando desde hace años el magistral remedio que pretende capitalizar ahora Alperi para dejar las fachadas, vallas, portales y ventanas libres de la acción de las pandillas de grafiteros que han convertido los barrios de la ciudad en un muladar. Si el proyecto del alcalde prospera, lo que está claro es que acabaremos teniendo la certeza de que vivimos dentro de un cómic. Algo que hasta aquí sólo era una sospecha.