E l ciudadano ha debido de pasar unos días alejado de Alicante. El sitio es lo de menos porque la realidad persigue al interesado allá donde vaya, lo envuelve en su red y lo mantiene alerta. Sorprende al ciudadano, acostumbrado a la excesivamente suave temperatura que Alicante depara a propios y extraños durante casi todo el año, hallar idénticos signos termométricos allá donde no suele ser habitual tal circunstancia. Cosas del cambio climático, nos dicen los expertos. Ojo a las emisiones contaminantes que están provocando, a pasos agigantados, la perforación de la capa de ozono; proclaman también los ecologistas y la gente concienciada. Atención a las alteraciones que comienzan a observarse en bastantes especies de la flora y la fauna, apuntan con criterio vecinos o contertulios. Y todo ello es cierto. Señala la gente de la calle que el calendario anda trastornado y que ya no coinciden las tradicionales estaciones con el tiempo al que estaban asimiladas. Le echan la culpa al calentamiento del planeta. Circulan noticias de que ciertas especies animales, osos y marmotas fundamentalmente, andan desorientadas y ya no saben cuándo deben, y sobre todo si deben, comenzar a dormir, despertarse del todo o permanecer en una vigilia probablemente nociva.

U n buen amigo, recién llegado de una ciudad europea en la que lo normal sería que sus calles tuvieran algún palmo de nieve a estas alturas del año, se hace cruces describiendo cómo los geranios de su balcón han explotado de súbito y cuajado de rojos y rosas las jardineras que habitualmente ofrecen un aspecto yermo, húmedo y tristón. Teme, y con razón, que esta artimaña meteorológica castigue a sus plantas y que, cuando lleguen los rigores invernales -él, como muchos otros, sostiene que llegarán; con retraso pero llegarán- las cogerán desprevenidas y pagarán con la aniquilación su despiste. Contra este desorden no parece existir terapia efectiva. Pájaros y otras especies animales no suelen ir al psiquiatra a contarle sus cuitas ni a preguntarle cómo afrontar su nuevo «modus vivendi». No son pocos los cerezos, nísperos o almendros que han adelantado a estas fechas su sinfonía de colores que van del blanco al rosado a riesgo de quedar inermes ante la súbita llegada del frío y la helada que matarán su fruto y nos condenarán a un verano gastronómicamente incompleto; al menos en los postres de temporada. Por si fuera poco, media Europa se ha visto azotada durante esta misma semana por huracanes y temporales de cierta similitud a los que se producen en otras latitudes del globo, los cuales han ocasionado serias perturbaciones y un número relevante de muertes. Grandes árboles quebrados o arrancados de cuajo, tapias y cercados derrumbados, casas y tejados seriamente afectados, comunicaciones dañadas e interrumpidas o cortes del fluido eléctrico son algunos de los efectos observados. Y una sensación de caos calando algo más que los huesos.

Este desorden meteorológico que puede llegar a explotar de esta manera, al parecer, está comenzando también a afectar seriamente a la especie humana. El anormal exceso de temperatura está provocando ya en algunos la ebullición de su sangre; fenómeno que, combinado con una severa cocción de las correspondientes seseras, está propiciando la génesis de espectáculos de difícil calificación. El propiciado por la clase política nacional a cuenta del atentado terrorista en Barajas ha desbordado los límites de lo permisible por una inteligencia mediana. La actitud adoptada por la cúpula del PP tras el atentado etarra en Barajas y el subsiguiente aquelarre al que sometieron a la ciudadanía en los días inmediatos el resto de fuerzas políticas; los excesos verbales escuchados en el Congreso al, en otros tiempos, mesurado Rajoy o los continuos órdagos que lanza a diario al Gobierno y al resto de miembros de la Cámara deben estar causados por algún elemento exógeno, aparte de los endógenos Zaplana y Acebes. Y esta meteorología deslocalizada debe tener también su parte de culpa. Incluso hay expertos oráculos que atribuyen a ella la culpabilidad de las increíbles declaraciones del presidente madridista contra sus jugadores que, a buen seguro, habrán hecho removerse en el más allá el espíritu de Santiago Bernabeu mientras que, en el más acá, Villar Mir se frotaba las manos y sonreía abiertamente. En última instancia, y por el momento, a más de uno le asalta la duda de si en el rocambolesco tema de la confección de las listas para renovar el consejo de la CAM también ha tenido algo que ver el calentamiento de la atmósfera; porque la cosa está que arde. Aunque siempre habrá alguien presto a decir que las lluvias otoñales, que llegan este año retrasadas por estos pagos, se encargarán de apagar tal incendio. Lo malo es que éstas suelen ser torrenciales y de alta intensidad horaria. Habrá que estar pendientes de la meteorología el día de autos. Más que nada para ver si el temporal escampa o la subsiguiente riada arrambla con alguien.