D esde las Batuecas, donde Lope de Vega creía se encontraba el paraíso, un bachiller ha visto removida la balsa de aceite, calma y pacífica desde los tiempos de Larra, el otro Mariano, al recibir dos mensajes SMS simultáneos en su móvil recién estrenado (pues hasta las Batuecas ha llegado la telefonía, y con ella la civilización, el progreso y las tarifas);. Dice uno: «en apoyo del proceso de paz y del presidente Zapatero. Pásalo». Dice otro: «Zapatero entró por Atocha y saldrá por Barajas. Pásalo». El bachiller no hace como sus antepasados, batuecos de tan profundas convicciones religiosas que, tras leer un trozo de Homero, y aún de Virgilio, siempre arrojaban el libro por una de aquellas escarpaduras diciendo: «¡qué lástima que estos hombres no fuesen buenos cristianos!». El «pásalo» imperativo no le lleva a nuestro batueco a lanzar el aparato telefónico por la barrancada, sino que le crea una confusión inquietante.

El bachiller batueco recuerda a su antepasado, al que hizo celebérrimo Mariano José de Larra, que le contaba al escritor suicida aquella división de los españoles en dos mitades, como si el país se hubiera demediado en dos Españas: la mitad de las gentes no leía porque la otra mitad no escribía, y ésta no escribía porque aquella no leía. Ahora, la mitad, tras noches de no dormir, defiende a Zapatero por paladín de la paz entre vapores de botafumeiro, por haber mantenido con gallardía, como tope del proceso, los límites de la Constitución y la legalidad; mientras la otra mitad, tras días de no pensar, quiere que el socialismo escampe y se diluya entre humos de azufre, y llaman al político leonés, con redoble de tambores y acompañamiento de los gaiteros de Fraga, embustero y mentiroso, sepulturero de la patria, e incompetente que ha entregado las llaves de la fortaleza del Estado, como Guzmán el Malo, a la banda asesina. Nada importa que el estruendo de Barajas, por donde quieren que salga en avioneta Zapatero a un exilio definitivo, haya desmentido sonoramente esa matraca que repiten la COPE y ese personaje curioso en su aparente insignificancia, líder de la extrema derecha que se organiza en torno a las convocatorias de la AVT, y que responde al nombre de Alcaraz, y del que Mariano (Larra por supuesto); diría que Losantos y Pedro J. se esfuerzan en hacer lo que Niporesas con Clemente Díaz: ¡que no se menoscabe en nada la colosal reputación que tiene adquirida en el mundo de las manifestaciones, como poeta y como satírico!

Para un batueco las palabras tienen, como tuvieron en el pasado, un valor muy relativo. En tiempos de Larra ningún batueco aprendió taquigrafía en atención a que en España no había palabra que seguir, y hoy, en la era de los SMS, todavía la palabra escrita vale menos, ya en desuso. El Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo fue propuesto por Zapatero, y eso produjo una gran risotada en Aznar, y Rajoy, el otro Mariano, lo calificó de conejo sacado de la chistera. Hoy el conejo salido de la chistera se ha convertido en un roedor de escayola para que, como el gato del tango, no maulle al amor, a media luz los dos, para darse zarpazos en la penumbra del segundo piso ascensor, o ponerse el calzón de Rocky Balboa para zurrarse la badana. En tiempos de Larra, el otro Mariano, cuando a un español le decían que aprendiese la lengua del país y que utilizara la gramática, éste respondía, como si fuese político avezado en el arte del birlibirloque: «la parda es la que yo necesito». Cuando se le reconvenía para que escribiera con corrección, contestaba a la manera de un diputado: «¿Qué más dará escribir vino con b o con v ¿Si pasará por eso de ser vino ». Si acaso se le solicitaba interés por las matemáticas, contestaba: «ya se sumar y restar, que es todo lo que puedo necesitar para aumentar o disminuir como me convenga el número de manifestantes». Y si se le pedía participar en un sarao que no convenía a sus cálculos electorales, decía: «¿Y la palabra libertad , ¿dónde está la palabra santa y sagrada de la libertad Si no colocan en la pancarta la palabra libertad todo es opresión, esclavitud, servidumbre, tiranía y despotismo. Ir a una manifestación sin la palabra libertad es como intentar caminar contra el terrorismo cargado de cadenas, grillos y yugos». Y cuando se le respondió que iría la palabra Libertad, el Mariano que antes la exigía dijo que lo que se ofrecía no era más que libertinaje, como afirmara el jesuita Codorniu hace casi trescientos años: «así bravean los que con estas generalidades a bulto se toman en voz y pluma una licencia que tiene más de libertina que de libre».

Nuestro batueco está en las mismas que su antepasado, aquel que se carteaba con Larra, el otro Mariano: «¡Válgame Dios! ¡Qué flujo de hablar y qué caos de palabras, y qué plaga de papeles!». Comprobado que los políticos están distraídos en el arte de barajar palabras, ver el efecto que producen, y recoger votos de humo, ha terminado el batueco por sepultar el móvil y quemar su título de bachiller, pues ha entendido la máxima de su antepasado, de cuán dañoso es el saber. Y se despide del mundo a la manera batueca: «cuánto tenemos que agradecer al cielo, que por tan raro y desusado camino nos guía a nuestro bien y eterno descanso, el cual deseo para todos los habitantes de este incultísimo país de las Batuecas, en que tuvimos la dicha de nacer, donde tenemos la gloria de vivir, y en el cual tendremos la paciencia de morir».