Como cada 6 de diciembre, celebramos el aniversario de la aprobación de la Constitución Española de 1978. Un buen momento para felicitarnos por nuestra Carta Magna y hacemos votos para que, por muchos años, siga salvaguardando nuestros derechos y defendiendo nuestra libertad.

La Constitución de 1978 fue el resultado de un emocionante e intenso esfuerzo social, político y por qué no decirlo, intelectual, en la apertura de aquellas primeras Cortes democráticas después de cuarenta años sin democracia.

Los representantes del pueblo español, a través de los partidos políticos, elaboraron una Constitución para todos, una Constitución en la que los derechos de todos estuvieran defendidos y en la que todos estuviéramos integrados.

Nuestra Ley de leyes es el resultado del trabajo que, de manera inteligente, eficaz y generosa, llevaron a cabo los llamados «padres de la Constitución», parlamentarios que hicieron un esfuerzo notable por llegar a acuerdos y consensos para hacer de ella el punto de encuentro de los españoles, que ansiaban vivir en libertad, en paz y en armonía los unos con los otros.

Por tanto, nuestra Constitución es la del consenso y la concordia, es la Constitución de todos. Al elaborarse, todos los españoles cedimos algo en nuestras ideas y en nuestros proyectos, y esa es la verdadera grandeza de la misma. Nuestra Constitución es, sin lugar a dudas, la Constitución del éxito.

Es el éxito de ese día a día el que, desde hace 39 años, los españoles ejercemos nuestra libertad, nos sentimos protegidos en nuestros derechos y progresamos material, social y culturalmente. Y ese éxito está fundamentado en algo tan simple y tan evidente como que la Constitución es de todos. Y es de todos porque es la Constitución del conjunto de todos los españoles iguales y libres.

Aquel año, aquel 1978, triunfó la ilusión por compartir un futuro de libertad y prosperidad para todos. Hoy, como entonces, también queremos construir juntos ese futuro.

Un futuro en libertad, un futuro con solidaridad, un futuro en el que no haya pueblos ricos y pobres. Un futuro que recupere el espíritu de concordia y que nadie lo ponga en riesgo. En 1978, los españoles supimos mirar a los demás para sacrificar parte de las aspiraciones propias y conseguir que lo mucho que nos une, estuviera por encima de lo poco que nos separa. Ahora, casi cuatro décadas después, debemos seguir profundizando en todo lo que tenemos en común.

Y es por ello que hoy quiero reiterar la fidelidad al espíritu de concordia, de consenso y de generosidad que está detrás del texto de nuestra Constitución. Un espíritu del que nos hemos impregnado jóvenes políticos como yo para romper con actitudes de enfrentamiento, menosprecio o intolerancia que, por desgracia, algunos todavía siguen ejerciendo sin entender que la democracia es gobernar siempre con el diálogo y la participación de todos.