Su enorme valor procede de dos aspectos fundamentales de la película, del hecho en primer lugar de mostrar la guerra a través de los ojos de los niños y, en segundo, porque saca a luz aspectos tan fundamentales como el fin de la inocencia y la tremenda crueldad de una contienda que se cebó, especialmente, en los más pequeños, tanto más grave aún al tratarse de niños judíos que sufrieron los horrores en primera persona.

Basada en la novela de Joseph Joffo, que es el peluquero que protagoniza la cinta con el resto de su familia, el texto fue escrito 30 años después de los hechos que cuenta y en lugar de dar el protagonismo al padre se lo da a unos niños que, en su condición de judíos, tratarán de escapar de la suerte que sufrieron víctimas del genocidio cometido por los nazis.

'Una bolsa de canicas' ya tuvo una primera versión en 1975 de Jacques Doillon que hizo llorar a millones de galos. Aunque inferior al producto modélico e inolvidable en este tema, el Adiós muchachos de Louis Malle que desprendía emoción y sentimientos por todos sus costados, hay que reconocer que está por encima del cine habitual del canadiense Christian Duguay, que es un experto en productos de acción, con largas estancias en la pequeña pantalla, y que aquí demuestra implementar recursos para adentrarse por lugares más humanos y sensibles. De ahí que el relato vaya a más y se eleve considerablemente en su parte final.

Solo se echa de menos un tratamiento más emotivo que confiera a las emociones su verdadero sentido. Esta es una historia de huida, de supervivencia y de cariño que nos sitúa en los meses finales de 1943 y nos lleva hasta el final de la segunda guerra mundial con la liberación de parís. Lo hace de la mano de dos hermanos adolescentes, Maurice y Joseph, que se ven obligados, aconsejados por sus padres, a abandonar el hogar familiar en París e iniciar un interminable éxodo por la Francia menos peligrosa, la no ocupada. Será un experiencia terrible.