Interesante, original y con un apasionante debate sobre la ética de los ataques con drones, es decir con aviones miniatura que localizan objetivos, esta sexta película del director sudafricano Gavin Hood, que se dio a conocer internacionalmente al hacerse con el Oscar a la mejor cinta en lengua extranjera por Tsotsi y que tiene en su haber títulos de la entidad de Expediente Anwar, X- Men Orígenes. Lobezno y El juego de Ender, es una prueba palpable de la madurez paulatina de su trabajo y de su profesionalidad.

Aunque no ha sentado todavía las bases de un gran cineasta, sí se mueve con propiedad en terrenos comerciales de indudable dignidad. Los senderos que abre en Espías desde el cielo, gracias sobre todo al guionista Guy Hibbert, permiten que una cuestión tan delicada como el empleo de los drones en las operaciones bélicas actuales se exponga a un debate en el que se reflejan las opiniones al respecto de las personas más directamente vinculadas al tema.

Pero no es sólo eso lo que resulta revelador y laudable de la película, es muy importante también la estructura narrativa, que se vale de instrumentos del thriller y que en su mayor parte recurre a una historia en tiempo real que acumula momentos muy tensos y frecuentes y duras discusiones. Algo en lo que han contribuido unos espléndidos actores, encabezados por Helen Mirren, Aaron Paul, el malogrado Alan Rickman, fallecido en febrero de este año y a quien se rinde tributo en los créditos, y Jeremy Northam.

El escenario en que nos movemos es el de la lucha antiterrorista mediante esos aparatos, los drones, que han revolucionado la localización de los individuos más buscados y peligrosos del mundo y que han permitido detener a muchos de ellos o darles muerte. En este caso la operación se desarrolla en Nigería, donde se ha encontrado el rastro de unos terroristas que van a llevar a cabo una misión suicida que incluye el uso de explosivos camuflados en cinturones.