Como el resto de la obra de David Marqués, ofrece motivos para la satisfacción y para la decepción y aunque supone un paso ligeramente adelante respecto a sus anteriores cuatro largometrajes, no acaba de consolidar su trabajo. Realizada con el apoyo de Rafa Montesinos, aunque sin la categoría de codirector de este último, es la adaptación de un relato corto del novelista Jesús Martínez centrado en la vida de dos hermanos.

Un drama muy de nuestros días, de la grave crisis económica, que nos sumerge en la vida cotidiana de un exboxeador convertido en sparring de los cuadriláteros que trata de salir adelante en circunstancias especialmente duras, tanto en el plano humano como en el profesional. Se llama Pasca, está cercano a los 40 y dejó el boxeo profesional el día que, conduciendo él, tuvo un trágico accidente en el que murieron sus padres y su hermano sufrió heridas tan graves que se ha quedado discapacitado en una silla de ruedas.

Ahora Pasca se encarga de cuidarle mientras malvive en combates de barrio y trata de auxiliar, asimismo, a un amigo alcohólico que se encuentra en un verdadero pozo, a punto de ser abandonado por su esposa y con un hijo todavía pequeño. Un panorama el de Pasca realmente desolador que sufre una considerable mutación cuando aparece en su vida una joven maestra tan extrovertida como encantadora, Adela, que ha llegado a Madrid temporalmente para ejercer funciones de interina y que toma la iniciativa en su afán por conectar con él.

Esta relación, que Pasca ve en principio poco estimulante, va a suponer una transformación considerable de su agenda humana y personal e incluso permite que la cinta se fortalezca y se revitalice. No hace milagros, pero sí aporta a los fotogramas un indiscutible encanto que la excluyen de la mediocridad.