Una mañana, enseñándole el barco nuevo a un amigo me decía «pero, ¿cuánta gente te hace falta para llevar este barco?» Esa pregunta me hizo reflexionar sobre qué funciona y qué no funciona en una tripulación, y tras años de experiencia mi respuesta siempre se dirige al mismo sitio, «tranquilo que esto entre 2 se lleva». «No puede ser!». Y si, si puede ser. El mundo de las regatas a dos tripulantes es completamente diferente a las regatas habituales con tripulación.

Por costumbre, son regatas con un recorrido no inferior a 40 millas, aunque lo habitual en el litoral alicantino es una distancia de entre 60 y 100 millas, con el permiso de la reina nacional de las regatas a 2, las 200 millas de Altea, que por realizarse en el mes de marzo, siempre con una meteorología impredecible, corona a sus vencedores como auténticos héroes.

En la navegación hacemos las cosas con más calma, todas las maniobras se anticipan y comparten ya que el esfuerzo físico que supone realizar un cambio de velas se paga caro si no se ejecuta a la perfección. No sabría decir si ésta circunstancia es la que hace que seamos exquisitos cuando llega la hora de maniobrar. Es sorprendente pero me pasa con frecuencia, las viradas, salen mucho mejor entre 2 que con la tripulación completa, ¿será el miedo a que se nos salga el Génova del balcón de proa? Con 15 nudos de viento, las olas pasando sobre la cubierta, de noche y con 10º de temperatura, no apetece mucho ir a la proa a recuperar el faldón, circunstancia que, en una prueba con tripulación completa, solo afecta al proa y los de bañera solo nos cabreamos, que de momento, no moja.

Es cierto que hay aspectos fundamentales a tener en cuenta en una regata con tripulación reducida, la eslora y superficie vélica del barco son un factor importante, a más grande, todo se complica. La preparación del barco para este tipo de pruebas también es crucial, un buen piloto automático se convierte en el tercer tripulante en determinadas maniobras. Herramientas como el calcetín en los spis (funda a modo de calcetín que se utiliza para recoger las velas de vientos portantes), o la maniobra de labor en el mástil, ayudan a que todo sea «relativamente» más fácil.

A nivel humano, todo es diferente, las decisiones se consensuan, los trabajos se reparten, aquí no hay patrón y marinero, ambos asumen todos los roles, desde el manejo del timón hasta la hora de hacer los bocatas. Si el buen ambiente no fluye, no hay regata, de ahí que la elección del acompañante en este tipo de singladura sea casi más importante que la previsión de viento.

Sin duda una aventura apasionante y muy aconsejable.