Pueden buscarse titulares encendidos, del tenor de "El Supremo encarcela el voto". De hecho, y dado el refrendo en las urnas de las tesis que han llevado a la cárcel a otros cinco políticos, cabría plantearse un encarcelamiento masivo. Sin embargo, suena más aséptica la valoración de que el Supremo anula las elecciones. A través del juez Llarena, ha encarcelado a los tres candidatos propuestos para presidir la Generalitat de acuerdo con el veredicto de las urnas, aunque a Puigdemont solo ha podido ajustarle cuentas virtualmente.

El Supremo ha desacreditado las elecciones autonómicas con mayor participación de la historia. Por si el auto de procesamiento fuera insuficiente, la prisión comunica a millones de votantes que emitieron su sufragio en vano. La exigencia por parte del Gobierno de un candidato "en condiciones" olvida dos aspectos interesantes. De entrada, que una vez encarcelados el primero, el segundo y el tercero, se necesita mucha fe para arriesgar que el cuarto no correrá la misma suerte. Además de que fue Rajoy quien pronunció la célebre frase "lo que tiene que hacer el señor Puigdemont es presentarse a las elecciones". ¿Para vetarle a continuación el poder alcanzado en las urnas?

Las elecciones del 21D fueron convocadas por Rajoy, en la fecha y circunstancias que decidió personalmente. La campaña y las votaciones se desarrollaron con una urbanidad ejemplar. Ni un cazador de "secuestros con rehenes" como Llarena pudo advertir un solo incidente digno de encarcelar a sus protagonistas. El resultado no admitía dudas ni para quienes han falseado la interpretación de los desenlaces de las dos últimas generales. Tres diputados de la lista ganadora aspiraban con posibilidades a presidir la Generalitat, todos a la cárcel.

El Supremo ha encarcelado hoy a más independentistas de los que había en prisión hasta la fecha, cuando ni el observador más intransigente detectaría un recrudecimiento del clima secesionista. Más grave aún, el tribunal interfiere en un debate de investidura, negando a otro candidato democráticamente elegido la opción de consolidar sus opciones o verlas defraudadas. Turull no pronunció ayer jueves ni una sola frase ofensiva o contraria a la convivencia en su discurso cenital. Se necesitan argumentos muy sólidos para una intromisión de tamaño calibre en el ritual legislativo, tal vez algún día se trasladen a la ciudadanía.

Los recién encarcelados estaban también recién elegidos, de ahí la anulación de las elecciones catalanas convocadas por Rajoy. España nunca había encarcelado a la vez a seis políticos, una in absentia. También resulta curioso que todos ellos tuvieran una participación asimilable en los gravísimos crímenes. Por lo visto, los jueces del Supremo eran los únicos que no se enteraban de años de discurso independentista, que estaban obligados a interrumpir durante su gestación en cualquier momento, con las maneras expeditivas mostradas hoy al desmontar el acto más sagrado de la democracia, la investidura de un gobernante a través del voto delegado por los ciudadanos.