Zaragoza no ha olvidado la catarsis colectiva en la que se vio sumida en la madrugada del 11 de diciembre de 1987, cuando un coche bomba colocado por ETA en la casa cuartel de la Guardia Civil en la Avenida Cataluña segó la vida de once personas (seis de ellas menores), a quienes mañana se volverá a rendir homenaje.

En esta ocasión, la Guardia Civil, junto con la Fundación y el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, ha organizado una exposición, que se mostrará desde mañana y hasta el día 17 de diciembre en el Museo de Zaragoza, con la que se pretende honrar la memoria de las víctimas y mantenerlas en el recuerdo, pero también mostrar la vileza de los asesinos terroristas.

La muestra incluye una selección de fotos de medios de comunicación de las labores de rescate, de los funerales y de las manifestaciones de repulsa que se sucedieron después del atentado, así como de los homenajes que cada 11 de diciembre se han celebrado en la capital aragonesa, muchos de ellos en el Parque de la Esperanza, que así es como se llamó al espacio público que se configuró después en el solar donde se levantaba el cuartel siniestrado.

El relato del horror de aquel 11 de diciembre, viernes, comenzó a las 6.10 horas de la madrugada, cuando el comando Argala de ETA aparcó junto a la puerta de la casa-cuartel un coche cargado con 250 kilos de amonal y metralla, que al explotar acabó con la vida de once personas (tres guardias civiles, dos de sus esposas, cinco de sus hijas y el sobrino de otro de ellos) y dejó más de 80 heridos.

La explosión abrió un boquete de más de 10 metros y afectó a tres plantas de la casa-cuartel, donde vivían más de 180 personas, unas 40 familias.

El pánico se desató también en las calles aledañas, tranquilas hasta ese momento de la madrugada, al dispararse a la vez decenas de alarmas, reventarse cientos de ventanas por la onda expansiva y hundirse varios coches bajo los cascotes que caían de algunos de los bloques de viviendas más cercanos al cuartel.

Pero el verdadero horror se descubrió debajo de los cascotes de las tres plantas de la casa cuartel, donde las tareas de rescate de cadáveres y heridos duraron cerca de diez horas y para lo que se necesitó la participación de grúas y excavadoras.

Con las luces del día, se fue descubriendo la magnitud de la tragedia y los muertos empezaron a tener nombre: el sargento José Pino, su esposa Mari Carmen Fernández y la hija de ambos Silvia, de tres años.

Otra familia rota fue la del guardia civil Emilio Capilla, su mujer María Dolores Franco y su hija de 12 años Rocío, y también murieron el cabo primero José Ballarín y su hija Silvia, de 6 años.

Una de las familias más afectadas fue la de las gemelas Mirian y Esther Barrera, de solo tres años, que murieron junto a su tío, de 17 años, Ángel Alcaraz.

Dos días después, el domingo 13, 250.000 personas se manifestaron en la capital aragonesa para condenar el atentado bajo el lema: "Zaragoza por la paz y contra el terrorismo".

Siete eran los miembros del comando Argala y seis de ellos están en prisión. Se trata de Francisco Múgica Garmendia, José María Aguerri, Henri Parot, Jean Parot, Jacques Esnal y Frederic Haramboure.

Uno de los ideólogos del crimen y también uno de los miembros más sanguinarios de ETA, José Antonio Urrutikoechea, alias 'Josu Ternera', está huido de la justicia desde noviembre de 2002, mes en el que tenía que haber precisamente declarado por este atentado.