Tras una semana de intercambio de correspondencia entre Gobierno central y Generalitat de Cataluña, en la que ambas partes continuaron sin apartarse lo más mínimo de los postulados que venían defendiendo cada una de ellas, se llegó a la jornada de ayer con el temor de que el tan anunciado choque de trenes finalmente ocurriera. Puigdemont no respondió «sin ambiguedad» al requerimiento del Ejecutivo sobre si había declarado o no la independencia tras el Pleno del Parlament posterior al referéndum del 1 de octubre y Rajoy devolvió el golpe contraprogamando la manifestación anunciada para ayer en las calles de Barcelona en protesta por la encarcelación de Jordi Sànchez y Jordi Cuixart, presidentes de la ANC y Òmnium Cultural respectivamente, con la convocatoria del Consejo de Ministros para aprobar las medidas con las que implementar el ya famoso artículo 155 de la Constitución. Más madera.

Se había especulado mucho con el modo en el que el Ejecutivo de Mariano Rajoy, que negoció las condiciones con el PSOE y con Ciudadanos, activaría este precepto constitucional y la expectación era máxima. La comparecencia del presidente del Gobierno no dejó lugar a dudas: aplicará el 155 con toda la contundencia posible. Así, propuso al Senado el cese del Govern al completo, con Puigdemont al frente, la convocatoria de elecciones en Cataluña en un plazo máximo de seis meses y limitar las funciones del Parlament en ámbitos tan sensibles como seguridad (controlando a los Mossos), hacienda (gastos e ingresos) y comunicación (gestionando TV3, la televisión pública).

El independentismo, afectado

La onda expansiva de las medidas adoptadas por el Gobierno no tardó en llegar a Cataluña, donde pocos esperaban una aplicación tan severa del artículo y una intervención tan profunda de la autonomía catalana. Representantes de partidos independentistas y de los comunes fueron apareciendo en diferentes tertulias y especiales informativos que se sucedieron durante toda la jornada de ayer sin poder disimular el impacto que el anuncio había tenido en ellos. Xavier Domènech fue uno de los que parecía más afectado por la noticia, llegando incluso a romper a llorar cuando Maria del Mar Bonet interpretó «Els segadors» durante la manifestación vespertina. Incluso los propios miembros del Govern parecían ayer hablar con otro ánimo, con otra cadencia. Era como si ni ellos mismos se esperaran que Rajoy fuese a llegar tan lejos.

La respuesta soberanista

La incertidumbre volvió a cernirse sobre España cuando, unos minutos después de la rueda de prensa, la Generalitat anunciaba una comparecencia de Carles Puigdemont a última hora de la noche. La hipótesis de que el presidente catalán pudiera convocar elecciones cogía fuerza, sin descartar incluso una posible declaración unilateral de independencia con la que amenazó en su última carta a Rajoy en caso de que este rechazara dialogar y aplicara el 155. ¿Más madera?

Pero Puigdemont no abandonó la línea de contemporización que viene utilizando durante todo el «procés» y declinó ambas opciones, limitándose a convocar un nuevo pleno en el Parlament para debatir el «intento de liquidar» el autogobierno catalán.

Ahora se abre un nuevo período de impás e incertidumbre. No será hasta el viernes cuando el Senado apruebe las medidas propuestas y Rajoy pueda intervenir Cataluña, dejando así un margen de tiempo para un posible contraataque independentista antes de perder su poder de mando.