Más allá del contexto de cada uno, de su ilegalidad o no, el referéndum catalán es uno de los muchos que se han celebrado en los últimos 50 años. Consultas, unas pactadas y otras con una legitimidad rechazada, que han buscado soluciones a conflictos nacionalistas. El último y muy reciente fue el de Escocia, un proceso con el que el Reino Unido dejó cerrado el deseo secesionista de parte de los escoceses.

Irremediablemente, el espejo de Cataluña es Escocia, aunque con el deseo de correr mejor suerte. Los paralelismos son irrefutables. A saber: dos territorios gestionados por gobiernos nacionalistas y elegidos en su día con programas que prometían un plebiscito independentista, con referencias históricas tan propias de los nacionalismos románticos de toda la vida y ambas, dentro de un Estado de corte conservador. Mientras, el Ejecutivo de Mariano Rajoy invoca la Constitución de 1978 como base fundamental para anular cualquier petición de plebiscito, Reino Unido carece de una constitución escrita, lo que deja la elección en manos de su primer ministro. David Cameron arriesgó y autorizó el referéndum (2014), con mucha mejor suerte de la que corrió con el debate sobre el Brexit.

La apuesta de Cameron tenía precedentes en Canadá, donde hasta dos veces (1980 y 1995) se ha consultado a su población sobre si quiere o no ser soberana. En ambas, triunfó el unionismo. Como el caso escocés, la inquietud económica derrotó las ansias nacionalistas, pero es innegable que los deseos separatistas siguen latentes. Quebec es un territorio económicamente potente y en caso de construir sus fronteras sería la 44 economía del mundo, cerca de Noruega.

Para comparar el plebiscito catalán en su contexto, el de la ilegalidad, hay que fijarse en el de Kurdistán, que el miércoles confirmó un apoyo de un 92 por ciento a la independencia de Irak. Fue un proceso rechazado de forma unánime por la comunidad internacional.

Sí que contaron con las garantías legales y conquistaron su soberanía los celebrados en Sudán del Sur (2011), con el 98% por ciento a favor de la independencia; Montenegro (2006), para separarse de Serbia; Timor Oriental, que dejó de pertenecer a Indonesia; Eritrea (1993), que se emancipó de Etiopía con el respaldo del 99% de los votos; Bosnia y Herzegovina (1992), con el 99% del respaldo popular y Ucrania (1991), que declaró su independencia con más del 90% de los votos.

No obtuvo reconociento el referéndum celebrado en Ossétia del Sud (2006) para desligarse de Georgia. Ganó el «Sí», pero ni la ONU ni la Unión Europea reconocieron el país.

En el otro lado se sitúa el caso de Puerto Rico, un estado libre asociado a los Estados Unidos, que ha celebrado varios referéndums de independencia. El último, en el 2012, no fue vinculante Había dos preguntas: si Puerto Rico debía seguir siendo libre asociado o ser independientes. La elección fue continuar vinculado a EE UU.