El especialista señala aspectos como que la edad de los autores de los atentados en Cataluña pone de manifiesto para el experto la aparición de un perfil de atacante distinto, más joven y menos profesional pero con la misma capacidad de causar daño.

Los identificados como autores de los atentados en Cataluña eran muy jóvenes, todos por debajo de los 25 años. ¿Qué puede llevar a chicos de esa edad a querer cometer actos de este calibre? ¿Desarraigo, exclusión social, fanatismo religioso??

Probablemente no exista una sola razón, sino varias. Obviamente el proceso de radicalización necesita un campo fértil y el abono habitual es la exclusión social, familias desestructuradas, crisis identitaria y, sobre todo, un proceso de radicalización que normalmente suele desarrollarse en el entorno familiar y en las amistades y que requiere la figura de un imán radical o captador que guía y ofrece su experiencia. Todo ello obedece a la lógica de la atomización de la yihad y pretende evitar que las células yihadistas sean detectadas por las fuerzas de seguridad del estado, que en los últimos años han realizado una excelente labor y han evitado numerosos atentados. Lo más habitual es que los militantes yihadistas tengan unos conocimientos bastantes superficiales del islam y hagan una lectura desviada de su mensaje.

Parece ser que el grupo planeaba una masacre de mayores proporciones pero de una forma un tanto rudimentaria, acumulando bombonas de butano, y que la explosión fortuita en la casa de Alcanar les hizo actuar de manera improvisada con los atropellos en Barcelona

Uno de los hechos más sorprendentes es que no se trata de uno o dos «lobos solitarios», sino de una célula terrorista bastante numerosa integrada por una docena de terroristas unidos por conexiones familiares y de amistad, pero sin experiencia de combate ni tampoco formación militar. Es muy probable que para fabricar los explosivos y planificar su operación hayan contado con el consejo y la aprobación del exterior. El autoproclamado Estado Islámico ha reivindicado el atentado, lo cual no quiere decir que haya estado implicado en su preparación, sino que más bien la operación se inscribe dentro de las consignas que viene dando en los últimos meses de que sus simpatizantes no viajen a Siria o Irak, sino que perpetren sus atentados en suelo europeo y golpeen a los miembros de la coalición internacional que los combate. En todo caso tanto el modus operandi como los materiales empleados indican que el terrorismo «low cost» o de bajo coste también puede provocar grandes daños.

¿Cree que existe riesgo de que ese perfil de terrorista muy joven y que actúa de manera tan precipitada pueda repetirse?

La juventud de los terroristas indica que nos encontramos ante un nuevo patrón de comportamiento y que el yihadismo está en permanente mutación y tiene una enorme capacidad de adaptación ante las circunstancias adversas en las que opera. En general, se trata de inmigrantes de segunda generación con una escasa formación religiosa que han sido rápidamente radicalizados y que están dispuestos al «martirio». En muchos de los casos, los yihadistas tienen vínculos con la delincuencia común, han pasado por la cárcel y buscan dar un sentido a su vida. En cierta medida, su decisión de inmolarse parte de postulados nihilistas.

¿Qué papel ejerce internet en la difusión de este tipo de ideas radicales? ¿Existe alguna manera de poder controlar que su propagación a través de la red se extienda?

Las dos vías tradicionales de radicalización han sido la mezquita y las redes sociales. En el caso concreto de Cataluña, donde el 7% de la población es musulmana, se ha constatado que un tercio de las mezquitas están controladas por predicadores salafistas que, en muchos casos, difunden un mensaje de odio. Muchos de estos predicadores se han formado en Arabia Saudí y pretenden expandir una versión del islam denominada wahabismo que, además de puritana y rigorista, defiende el empleo de la violencia para imponer sus postulados. También las redes sociales se han convertido en un instrumento idóneo para extender el ideario salafista-yihadista y atraer a jóvenes para realizar la yihad en países como Siria o Irak, pero es difícil, por no decir imposible, poner puertas al campo.

El terrorismo yihadista ha golpeado una ciudad que es referente turístico mundial como Barcelona, y en un punto simbólico como Las Ramblas. ¿Se da, como en el caso de París, la intención de buscar el mayor impacto posible, tanto en lo que a víctimas y daños materiales se refiere como a nivel emocional?

El terrorismo yihadista siempre ha mostrado predilección por atacar a la población civil en grandes urbes occidentales como Nueva York, París, Londres o Madrid. El objetivo es doble: amplificar sus acciones gracias a la atención mediática que logran sus atentados y, por otra parte, «golpear al enemigo lejano» y provocar una situación de miedo que polarice a dichas sociedades y que coloque a la población inmigrante de origen musulmán entre la espada y la pared. No sólo se trata de una demostración de fuerza en un momento de máxima debilidad ante la ofensiva que están sufriendo en Siria o Irak, sino también una manera de atraer a nuevos adeptos que repliquen atentados similares en otros puntos de Europa.

¿De qué forma sigue influyendo la coyuntura internacional, en lugares como Siria, para que este tipo de actos continúen produciéndose?

No debemos pasar por alto que el EI ha sufrido importantes pérdidas territoriales tanto en Irak como en Siria. A mediados de 2014 gobernaban sobre seis millones de personas y sus huestes llegaron a amenazar Bagdad y a ocupar los arrabales de Damasco. Hoy en día, su efímero califato se ha desmoronado como un castillo de naipes y apenas controlan un 10 por 100 de dicho territorio. La gran incógnita es saber cómo mutará en un futuro, si sus combatientes optarán por retornar a sus países de origen para tratar de desestabilizarlos o concentrará sus operaciones en territorio europeo.

A lo largo del jueves se insistió en no difundir imágenes explícitas de los daños causados, no únicamente por una cuestión de ética sino también para no alimentar a los radicales. ¿Considera que es una reacción efectiva frente al terror?

Uno de los principales objetivos de los yihadistas es generar pánico y polarizar a las sociedades para lo que obligatoriamente necesitan la atención de los medios de comunicación. Quizás sería necesario hacer una autocrítica en torno a la cobertura de los atentados, porque sin quererlo muchos medios de comunicación han mordido el anzuelo y se han convertido en un instrumento que difunde el mensaje yihadista. Es una cuestión delicada, pero quizás habría que plantearse dónde está la frontera entre información y propaganda.

¿Cómo cree que pueden afectar estos atentados a la percepción colectiva de seguridad en España, sobre todo en las zonas más concurridas de las grandes ciudades o en los lugares turísticos?

Como ha ocurrido con París y Londres, es probable que los atentados pasen factura al turismo, una de las principales fuentes de riqueza de España, al menos en el corto plazo.

De nuevo, ha habido quien ha tratado de aprovechar la situación para promover actitudes xenófobas o racistas. ¿Hay peligro de que ese tipo de planteamientos cuajen en la sociedad?

Sin duda alguna, por eso es especialmente importante recalcar que los grupos yihadistas no sólo están en guerra contra Occidente, sino también contra los musulmanes ya que el 90% de las víctimas son musulmanes. Los yihadistas pretenden imponer por la fuerza una lectura desviada, sectaria, violenta y completamente minoritaria del islam. El hecho de que los mismos atentados se den en Bagdad, Kabul o Túnez debería favorecer la creación de una gran coalición internacional no sólo contra los grupos yihadistas, sino también contra quienes les financian y difunden ese mismo mensaje de odio.