«Cuando llegué el viernes de madrugada a Orihuela lo primero que pensé es que aquí no me iban a hacer nada». Quien habla así de contundente es la oriolana Lola Grao, una de las supervivientes del atroz atentado atentado perpetrado por terroristas islamistas en pleno corazón de Barcelona, en La Rambla. La entrevista la hacemos en una cafetería de Orihuela sólo unas horas después de haber aterrizado. Su mirada sigue perdida y apenas puede elevar el tono de voz. Sus palabras se entrecortan con lágrimas. «He decidido que nos veamos aquí y no en mi casa porque quería caminar unos metros sola por la calle para ver si era capaz de hacerlo porque desde el jueves no quiero estar sola, me da pánico».

Llega cojeando. La furgoneta que conducía uno de los terroristas no impactó directamente contra ella «si no, no estaríamos ahora hablando aquí», pero sí arrolló a una persona que estaba a sólo dos metros. El fuerte impacto desplazó el cuerpo de ese hombre cayendo sobre Lola y otras dos personas. «Tengo hematomas internos, una contractura y traumatismos por medio cuerpo, sobre todo me duele la cadera, donde me dio de lleno esa persona a la que arrollaron. Necesito ayuda para acostarme y levantarme». «No tengo roturas físicas, pero sí mentales. Cuando cierro los ojos, me viene todo».

El horror vivido en la tarde del jueves, pocos minutos antes de las 5 de la tarde, lo resume en una frase. «Ha sido un infierno vivido en vida porque el infierno no está bajo tierra, está aquí arriba».

Lola caminaba por La Rambla mirando su móvil cuando escuchó un fuerte golpe que pensó era un accidente en Plaza Catalunya (fue la entrada de la furgoneta por uno de los laterales). Instantes después oyó gritos, levantó la mirada del teléfono y recuerda como vio a «personas saltar por los aires» y una furgoneta «haciendo eses» hacia ella. «Fueron milésimas de segundo, vi la cara del terrorista, no se me olvidará esa cara de odio y, de repente, estaba en el suelo aturdida». La furgoneta paró poco después. «Nos vinieron a ayudar unas personas, nos levantaron y vi a la gente por el suelo, incluso a niños que no se levantaban y la rabia y la impotencia de no poder hacer nada...». Le cuesta seguir. Entre lágrimas cuenta lo que pasó después. «Oí disparos, vi a policías corriendo y alguien me llevó hasta el Carrefour de La Rambla donde cerraron las puertas. Fue un caos con gente corriendo de un lado a otro y pensé que podía haber sido yo una de esas personas muertas».

Su testimonio pone los pelos de punta. «No se me va el olor tras el ataque, una mezcla de neumático, gasolina y sangre». En el hospital de campaña le trataron las heridas, aunque el viernes tuvo que acudir al hospital. Recuerda, emocionada, como un niño de unos 6 años preguntó a su madre «mamá, ¿por qué hay gente que quiere hacer daño a las personas?». «La vida la veo de otra manera. No soy la misma persona que se levantó el jueves por la mañana». Hace sólo 3 meses que reside en Barcelona por motivos laborales, pero tiene claro su futuro. «No voy a volver allí».