A Waldesca Zajac le dolía decirlo pero «en este momento me siento avergonzada de ser estadounidense» tras el resultado de las elecciones que ha vivido desde Alicante, ciudad en la que reside desde hace 20 años. «Me pasé el lunes rezando para que no saliera Trump. De hecho, mandé mi voto por correo por Hillary. Pero cuando veía por la televisión a tanta gente apoyándole empecé a hacerme a la idea de que podía ocurrir», explica Zajac, que aunque considera que ni España ni Europa se encuentran en el mejor de sus momentos a nivel político agradece no vivir en el país donde se crió.

De hecho, trata de convencer a su hijo para que no se vaya a vivir a USA, donde quiere continuar sus estudios de cine. «Él cree que allí tendrá más oportunidades pero no es consciente de lo que supone vivir con políticos como éste», dice.

La estadounidense, como muchos de sus compatriotas, dice estar «aterrada» por las políticas que pueda imponer este magnate de los negocios republicano. Pero lo que también teme es el efecto que genere en toda esa masa que apoyaba a la candidata demócrata y está indignada con el resultado. «Una amiga de San Francisco, una ciudad mucho más tolerante que los estados del sur, me comenta que nada más conocerse los resultados ha salido un montón de gente a la calle a gritar y protestar», indica.

Marysol Chávez, que desde septiembre amplía sus estudios de Psicología en la Universidad de Alicante (UA), tiene mucho miedo de las consecuencias de la política de extranjería de Donald Trump, sobre todo porque es algo que le toca de cerca. Chávez nació en Michoacán (México) pero es residente desde los dos años en Denver (Colorada) «y si este hombre empieza a deportar a mexicanos puede separar a muchas familias, en las que por ejemplo los hijos sí tienen papeles porque nacieron allí pero los padres siguen estando en situación irregular», indica esta universitaria, que a pesar de llevar 19 años en Estados Unidos todavía no tiene derecho a votar. «Estoy inquieta porque este hombre, con ese talante racista y etnocéntrico, puede generar revueltas y caos de opositores. De gente indignada con comentarios como el que hizo sobre los mexicanos», subraya la hispanoestadounidense.

En la UA también se encuentra estudiando Byron Norman, procedente de la ciudad de Saint Louis, profundamente preocupado por cómo va incidir la entrada de Trump en la Casa Blanca en minorías como la negra, a la que pertenece. «Y no solo a nivel de racismo. Este hombre, por ejemplo, quiere bajar los impuestos de la gente con grandes fortunas y subir los de las clases desfavorecidas, donde desgraciadamente hay mucha gente de color», indica.

Su padre, también llamado Byron, que se encuentra visitándolo estos días en Alicante, manifiesta que el racismo de Trump es algo que se está acentuando en Estados Unidos sin parar, «mucho más que cuando yo era joven, que había mucho más pudor en reconocerlo. Ahora la vida de un negro no vale nada para demasiados». Byron Norman solo confía en que organizaciones internacionales como la ONU le paren los pies a su nuevo presidente «cuando aplique políticas que atenten contra los derechos humanos», explica.