El PSOE no ha concluido su tragedia: sólo ha cerrado el primer tomo. El comité federal ha ratificado que el partido deberá pasar el trago del "menor de los males": permitir que gobierne Rajoy para evitar unas terceras elecciones catastróficas para los socialistas. La abstención se ha impuesto con un porcentaje que sus partidarios tenían calculado casi hasta las décimas. Y como también cabía esperar, los que defendieron mantener el 'no' a Rajoy persisten en su distanciamiento de la mayoría de dirigentes, tratando de obtener el beneplácito de una libertad de voto en el grupo parlamentario que la gestora no está dispuesta a conceder.

Tres son los frentes que ahora tienen abiertos los socialistas. El primero, y más urgente, será despejar cómo se ejecuta la abstención en el Congreso de los Diputados. El presidente de la gestora, el asturiano Javier Fernández, ha recalcado que abstenerse es un mandato "imperativo": no valen argumentos para esquivarlo y quien lo haga deberá atenerse a las consecuencias. Más allá de la posición que mantengan algunos de los diputados más afines a Pedro Sánchez, el principal problema se encuentra en la actitud que tome el Partido Socialista Catalán, con su actitud en bloque.

Hace tiempo que la posición de los socialistas catalanes causa resquemor en líderes territoriales de otras comunidades autónomas. No se perdonan los flirteos con fórmulas eufemísticas para una consulta de autodeterminación ni que Miquel Iceta hubiese sido el enlace de Pedro Sánchez para aspirar a un gobierno imposible con negociaciones con los independentistas. Si el PSC mantiene la posición en contra de la investidura de Rajoy en la segunda votación, es probable que el PSOE se replantee la ya especial relación con su asociado catalán.

Por mucho que Javier Fernández trate de ser "persuasivo", como él mismo ha dicho, todo parece indicar que habrá diputados que rompan la disciplina de voto o hagan notar su discrepancia con ausencias. El peor escenario sería el de un grupo parlamentario dividido, en una proporción similar a la que ha arrojado el resultado de la votación en el comité federal, lo que no haría más que enquistar la fractura interna. Está sobre la mesa la amenaza del infierno del paso al grupo mixto de los díscolos como castigo.

El segundo debate será el de cuándo se convocará el congreso federal. La gestora es una solución temporal, pero puede prolongarse más de lo que muchos esperan. Ya después del caótico comité federal del pasado 1 de octubre algunos dirigentes socialistas apuntaban que la gestora podría mantener las riendas del partido incluso por dos años. Ahora se defienden plazos más cortos, pero en ningún caso la actual mayoría del PSOE aboga por un congreso inmediato. No así los 'sanchistas', que exigen la máxima celeridad en la convocatoria.

El tercer frente es el propio Pedro Sánchez. ¿Qué hará en la sesión de investidura? Algunos de sus partidarios dan por hecho que no acudirá al plenario y otros extienden el rumor de que dejará su escaño. Su dilema es serio: si aspira a ser secretario general del PSOE presentando candidatura a las futuras primarias perderá autoridad moral si esta vez rompe la disciplina de voto. ¿Con qué argumento afrontaría las indisciplinas en el futuro? Ausentarse del Congreso liderando una espantada de diputados antes de la votación implicaría hacer explícita una desintegración en el grupo parlamentario socialista que no haría más que regalar argumentos a Podemos y, encima, allanaría el camino a una escisión. La tercera alternativa, que sopesan algunos de sus afines, es que abandone el escaño antes de la sesión de investidura con un anuncio de que peleará por liderar el partido en el próximo congreso federal. Algo de eso hay en el mensaje que ha lanzado en un tuit después del comité federal: "Pronto llegará el momento en que la militancia recupere y reconstruya su PSOE. Un PSOE autónomo, alejado del PP, donde la base decida. Fuerza".

La hoja de ruta teórica que pasa por que se calmen las aguas en el partido y los socialistas preparen un nuevo liderazgo (que no pasase ni por la andaluza Susana Díaz ni por Pedro Sánchez, tal y como señalan en privado algunos dirigentes) tiene aún muchos escollos en el horizonte. Será un imposible mientras continúe el relato de dos PSOEs enfrentados, en posiciones irreconciliables. Las espadas están en alto y si se cruzan mandobles en el congreso federal la sangre llegará a los congresos que después deberá celebrar cada territorio.