El «oportuno» sondeo que el Gobierno de Mariano Rajoy anunció ayer a través del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) casi a la vez que el socialista Pedro Sánchez inició la negociación para tratar de formar gobierno es la evidencia de que la «cocina» de las encuestas, casi siempre, suele ser utilizada como un arma de consumo político. El organismo demoscópico público asegura, a grandes trazos y con datos anteriores a la decisión del Rey de encargar gobierno al PSOE, que la renuncia de Mariano Rajoy por dos veces a presentarse a la investidura y las últimas revelaciones por corrupción no sólo no le pasa factura al PP sino que, todo lo contrario, le supondría lograr un resultado similar al que cosecharon el 20 de diciembre. Mientras, por contra, los socialistas perderían un punto y medio a pesar de que Pedro Sánchez es el único que se ha tirado el ruedo para intentar desencallar el bloqueo político en el que se encuentra España.

La encuesta vaticina además que Podemos y las marcas políticas con las que se presentó en esos comicios en Cataluña, la Comunidad Valenciana y Galicia superarían en un punto y medio a los socialistas. Es decir, los de Pablo Iglesias rebasarían al PSOE en votos aunque, posiblemente y merced al sistema electoral, ese «sorpasso» no se traduciría a su vez en el número de escaños. Es un elemento que concede a Podemos más munición para presionar a los socialistas en la negociación que está sobre la mesa. Una inestabilidad que alimentaría las tensiones y un eventual fracaso de Pedro Sánchez, ese momento que Rajoy espera desde hace semanas.

Los datos de Podemos, en todo caso, tienen truco. Primero porque el avance de la marca morada se produce básicamente gracias a la notable mejora de En Comú Podem, sus socios en Cataluña, que crecirían casi un punto y reforzarían su liderazgo en la autonomía que que se encuentra en el epicentro del debate territorial. Pero, además, Podemos sólo rebasaría a los socialistas sumando los votos de la coalición valenciana con Compromís, que mantendría sus casi 700.000 votos pero que, como se recordará, ha decidido integrarse en el Grupo Mixto como una especie de minoría parlamentaria que le conceda más visibilidad y margen de maniobra. Sin los votos de la Comunidad Valenciana, Podemos no rebasaría a los socialistas. Y eso concede a Mónica Oltra un papel estratégico.

¿Y Albert Rivera? El dirigente político que se ha convertido en el perejil de todas las salsas que hasta ahora se han cocinado perdería medio punto en intención de voto. Un resultado más o menos parecido al de diciembre cosecharían las fuerzas minoritarias. Con una salvedad que requiere un análisis por separado: Cataluña. El electorado catalán parece premiar a ERC por sus esfuerzos a la hora de lograr «in extremis» que se formara un gobierno para seguir con el proceso independentista y continúa castigando a Convergència, el partido de Artur Mas. El trasvase sería de medio punto hacia la formación que encabeza Oriol Junqueras, con lo que de esa manera reforzarían su papel como la principal fuerza del catalanismo político

Ocurre, sin embargo, que a pesar de todos esos interesantes detalles que desliza la cocina del CIS, el mapa político del hemiciclo del Congreso no se movería, escaño arriba o escaño abajo, de forma significativa en el supuesto de que el bloqueo político continuara y de que España se viera abocada a unas nuevas elecciones generales. Un escenario trazado por el CIS que, ante la incertidumbre de los contactos que acaba de iniciar Pedro Sánchez, abonaría el terreno a esa coalición de amplia base -PP, PSOE y Ciudadanos- que abandera Rajoy. Ahora o con nuevas elecciones. «No han hablado los socialistas conmigo... todavía», proclama el presidente del Gobierno en funciones. Las tesis que lanza el CIS le avalan. Cosas, ya saben, de la cocina