A estas alturas del clamor contra la corrupción, el partido que nombra innecesariamente a un político imputado para un puesto clave no merece un reproche ético, sino psiquiátrico. El PP se ensaña con los tuits prehistóricos de un rival, poco antes de que Rajoy cifre su renovación en Fernando Martínez Maíllo, que ha de declarar ante el Tribunal Superior de Castilla y León por sus manejos en una caja pública. A Rajoy le costará desmentir que le aqueja una querencia especial por lo políticos con cuentas pendientes con la justicia, que considera un plus tener las manos manchadas de dinero. Y si no, puede convocar mañana otra rueda de prensa para confesar que se equivocó al depositar su confianza.

Rajoy ha mejorado a Lampedusa. El autor de 'El gatopardo' proponía que todo cambie para que todo siga como está. Este procedimiento estático requiere un mínimo de movimiento, que disimule la parálisis subyacente ante la audiencia. El presidente del PP no cambia nada para que nada cambie. Opina que el resultado es el mismo, y la ausencia de iniciativa deja más clara la burla de la ciudadanía. No quiere esconder su truco, sino lanzarlo como una tarta sobre el espectador. Promocionar a Jorge Moragas, un jefe de gabinete que sería el primer responsable de la deplorable comunicación de los populares, implica que el jefe del ejecutivo desatiende cualquier sugerencia procedente de su entorno o de los asépticos sondeos del CIS. Por si fuera poco, el responsable de la futura campaña orquestó otra campaña sucia, por ponerlo suave, para excitar a la expareja del hijo de Jordi Pujol a denunciar atropellos que favorecían al PP. Y luego está su editorial.

La renovación del PP exigida por los sucesivos descalabros en las urnas y cacareada durante semanas mantiene imperturbables a Cospedal y a Arenas. La compenetración entre ambos alcanza un grado tal de intimidad que ni se hablan. Cuesta imaginar cómo puede invertirse la situación de los conservadores sin comunicación entre los dos pilares básicos. Rajoy critica los pactos "excéntricos", y mantiene en la cúpula de su partido a antagonistas. Por no hablar de que Cospedal y Arenas son dos fracasados electorales, que generan un rechazo creciente entre la audiencia.

Desde marzo de 2012, casi al día siguiente de su llegada a La Moncloa, Rajoy encadena derrotas en las urnas. Su comparecencia de hoy obliga a barajar la hipótesis de que persigue deliberadamente su caída, patra liberarse de la cruz que arrastra. En el cuarto aniversario de la proclamación de Rubalcaba como sustituto de Zapatero, su sucesor en La Moncloa nombra vicesecretarios del partido. No ha cambiado nada, y confía en un resultado diferente. Según Einstein, es la pretensión más absurda y habitual de los seres humanos.