Un gesto sencillo y extremadamente simbólico concentró toda la carga histórica vivida ayer en el Salón de Columnas del Palacio Real donde el rey firmó su abdicación al ceder a su hijo Felipe el puesto protocolario que le correspondía en la ceremonia, el lugar del patrón. Eran las 18.13 horas del miércoles 18 de junio de 2014 cuando don Juan Carlos sancionó, sobre la llamada «mesa de las esfinges», su última ley, refrendada inmediatamente por el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. La mesa, la misma en la que en 1985 se firmó el tratado de adhesión de España a las Comunidades Europeas, estaba situada a la izquierda de la sala, con la bandera nacional y la europea detrás, y más allá, sobre uno de los valiosos tapices que decoran la estancia, las enseñas autonómicas.

Tras la firma, y después de estrechar la mano de Rajoy, el rey se dirigió al centro del salón, bajo la imponente estatua de «Carlos V dominando el Furor», donde estaban, también de pie, su sucesor Felipe, igual que él con la insignia del Toisón de Oro en la solapa, con la reina Sofía a la izquierda y doña Letizia al otro lado. Llegó el esperado gesto que había anunciado Zarzuela para ese emblemático momento, y el rey abraó y besó a su hijo, entre los aplausos de los invitados, para cederle seguidamente el puesto, junto a la reina, con el rostro encendido por la emoción.

La ovación se prolongó varios minutos, dirigida unánimemente a don Juan Carlos, al que han aplaudido la reina, don Felipe, doña Letizia, y las infantas Leonor próxima princesa de Asturias y Sofía, sentadas junto a su tía, la infanta Elena, hermana mayor del príncipe, en ausencia de la infanta Cristina.

El «patrón», como ha llamado don Felipe a su padre en más de una ocasión, cedía así su puesto al hijo, ante las máximas autoridades del Estado, el Gobierno, todos los presidentes autonómicos menos el vasco Iñigo Urkullu y el catalán Artur Mas, los expresidentes del Gobierno, diputados y senadores, y su nieta Leonor, que garantiza la sucesión en la Corona de España. Los aplausos se mantuvieron, y rey hizo gestos de agradecimiento, y también para pedir que acabaran, hasta que llamó a sus nietas, que corrieron a darle un beso. Al agacharse para atenderlas, pareció que su abuelo perdía el equilibrio, sin mayores consecuencias; las niñas le pudieron besar y después hacer lo propio con su abuela.

Ceremonia de gestos más que de palabras, sus principales protagonistas la vivieron entre significativas miradas, y también con muchas sonrisas que no pasaron desapercibidas entre los 150 asistentes, sobre todo de los hasta ahora príncipes de Asturias. El rey, mientras se leían los textos relativos a su abdicación, miró en más de una ocasión a su hijo, con una expresiva sonrisa correspondida por el sucesor y que ha centrado la atención frenética de los objetivos de los fotógrafos.

Miradas emotivas

Doña Letizia también dirigió emotivas miradas y sonrisas, sobre todo a sus hijas, que siguieronel acto con una seriedad muy protocolaria que contrastaba con el hecho de que sus piernas de niñas de ocho y siete años colgaran, sin llegar al suelo, desde el asiento de las sillas en las que les había correspondido sentarse. Más serios todavía estaban, a la izquierda del salón, el presidente Rajoy, su esposa, Elvira Rodríguez, y los presidentes del Congreso, el Senado, el Tribunal Constitucional y el Tribunal Supremo, máximos representantes de los poderes del Estado.

En el otro extremo, tras la infanta Elena y sus sobrinas, se han ubicado los familiares de los reyes, como las hermanas del monarca, Pilar y Margarita, acompañadas de sus esposos, o los hermanos de doña Sofía, Constantino e Irene. El hijo mayor de la infanta Elena, Felipe Juan Froilán, estaba sentado en la primera fila de invitados. La audición del himno nacional, al comienzo y al final de la ceremonia, ha dado solemnidad al acto, que arrancó con un silencio casi religioso cuando fueron entrando los familiares de los reyes hasta que lo hizo don Juan Carlos, acogido con aplausos.

Corrillos

Con tantos políticos congregados bajo la mirada del Apolo pintado en la bóveda del salón, los minutos previos fueron muy animados, con saludos, conversaciones cruzadas, pequeños corrillos y un Cándido Méndez orgulloso de su pin de Pablo Iglesias, «el verdadero», insistía, fundador del PSOE y de la UGT.

A la espera de conocer hoy el vestido que llevará la nueva reina en la proclamación, doña Letizia repitió el modelo que llevó el pasado 22 de abril, también en el Palacio Real, en una recepción con motivo de la entrega del Premio Cervantes. El acto duró poco más de veinte minutos, pero el cóctel servido posteriormente se prolongó hasta las 19.30 horas, hasta el atardecer.

Don Juan Carlos se ha marchado tras recibir, con la emoción a flor de piel, su último «¡Viva el rey!», en voz rotunda de los alabarderos de la Guardia Real. Cuando su vehículo salió rumbo a Zarzuela se arrió el estandarte con el escudo de armas del rey Juan Carlos I, que ayer lució, por última vez, junto a la bandera nacional, en lo alto del Palacio Real de Madrid.