Con un cuento infantil apoyado en el regazo y todavía sentado en una silla de ruedas, Adrián Mejuto baja al hall del hospital e intenta asomarse al exterior, salir de las cuatro paredes de la habitación en la que está ingresado desde la noche del 24, tomar aire y pasar página. Pero todavía es pronto. "Me mareo", dice. Tiene 13 años, una de las víctimas más jóvenes del accidente de tren registrado en Santiago. Pero eso no le hace más vulnerable. "Psicológicamente está bien. Por la inconsciencia de ser tan niño todo la parece una película y no tiene ningún problema", opina su padre Vinicio.

Adrián se rompió la clavícula, varias costillas y una pierna. Pero se recupera bien. Sus padres esperan llevárselo a casa esta misma semana. "Está con calmantes. A veces está bajo de ánimo pero yo creo que como cualquier accidentado", asegura Vinicio Mejuto.

Adrián, que vive con su madre en Collado de Villalba, viajaba solo en el Alvia que descarriló. Acudía a visitar a su padre, que reside en Cee. Él lo esperaba al pie del andén, en la estación de Santiago y no llegaba. "Alguien dijo que el tren traia un retraso de cinco minutos, luego hablaron de otros cinco minutos y después alguien ya soltó que el tren había descarrilado", explica Vinicio.

Pero nadie podía preveer la dimensión de la tragedia. El padre no quiso ser alarmista. "No te pones en lo peor. Pensé que era un accidente, pero como era al lado de la estación, creí que el tren vendría despacito, que simplemente se habría salido un vagón", explica Vinicio.

La angustia llegó cuando se empezó a hablar de víctimas mortales. "Tardé cuatro horas y media en encontrarle", recuerda su padre a las puertas del hospital. Y la primera noticia que tuvo de Adrián fue a través de la televisión.

"Mi hermano me envió por whatsapp una foto de él, que sacó de la tele, en el que se veía como lo sacaban en brazos del tren", explica. Afortunadamente fue uno de los primeros en ser rescatados y eso le evitó "ver grandes tragedias".