Los peores augurios rondaron las mentes de los tripulantes durante las últimas semanas que duró su cautiverio. Así lo aseguró ayer Pablo Costas, el engrasador del barco, vecino de Gondomar. "Pensábamos que no íbamos a salir de allí con vida", aseguró horas después de aterrizar en el aeropuerto de Peinador.

La presión psicológica y los maltratos de los piratas a bordo del buque minaron a los marineros. Tanto que "si no fuera por mi mujer y mis hijas, desearía que me matasen a los 15 días de comenzar el secuestro", manifestó en declaraciones a la Cadena Ser. Y es que Pablo Costas y sus compañeros nunca habrían imaginado que su cautiverio sería tan largo. "Lo pasamos muy mal. Al principio pensábamos que iba a ser cosa de una semana y al final creíamos que no saldríamos. Nos decían que en cinco días se acabaría todo, pasaban los cinco días y nada. Luego tres días, y nada", relataba.

La actitud de los raptores les hizo sufrir demasiado. "Los peores momentos eran cuando nos sacaban fuera y lanzaban granadas y nos pasaban las metralletas por encima o se metían en los camarotes para quitarnos cosas", recordaba ayer el engrasador del pesquero de camino a su casa, con "muchas ganas de ver y abrazar" a sus hijas y "todavía aturdido" por todo lo sucedido y también por el largo viaje.

Pese al intenso cansancio que sentía ayer, Pablo tenía clara una cosa: "Ahora me quedaré aquí". Su madre, Anunciada Durán, también mostraba su felicidad en el aeropuerto, mientras esperaba a su hijo acompañada de otros familiares.

Esta vecina de Panxón, en el municipio pontevedrés de Nigrán, se mostraba aliviada después de 47 días de infierno. "Lo pasé muy mal, con mucho estrés. Vomitaba todo lo que comía. Casi no podía sostenerme en pie muchas veces. Fue horrible".

Anunciada tiene ahora 24 horas para disfrutar de todos sus hijos juntos. Pablo ha puesto punto y final a la terrible situación vivida en el Índico, pero mañana será Antonio el que parta hacia las mismas aguas a bordo del atunero, en el que dará el relevo a su hermano. "Ahora tendré otra vez esa angustia, pensando en si me van a secuestrar al otro", explicaba. Por un lado, puede estar tranquila al saber que Pablo no volverá allí, pero con Antonio lo tiene más difícil. "Yo le digo siempre que no vaya que busque otro trabajo, pero no me hace caso. Lleva ya trece años y quiere seguir", decía resignada.