Los gansos eran los perros de los romanos. En plena expansión del imperio romano, cuando la vida no valía nada, solo existían unos animales que eran objeto de especial protección, se trataba de los gansos. Cuentan los relatos de la época que, por ejemplo, para celebrar la llegada al poder del emperador Trajano, fueron sacrificados más de 11.000 animales entre leones, tigres, jabalís y muchos otros, salvo, por supuesto, los gansos. El motivo no era superstición, sino supervivencia. Los romanos admiraban a estos animales y basaban algunos de sus sistemas militares en la organización de los mismos; por otro lado, ellos eran los verdaderos vigilantes de los campamentos romanos, encargándose de su custodia y defensa. Está claro que, a diferencia de hoy en día en que se han convertido en una molestia para los parques de muchas ciudades, los romanos supieron ver en ellos algo más que paté.