La gran cruzada contra los perros grandes. Era enero de 1999 cuando «Copi», un dogo argentino, paseaba con su dueño por Can Picafort en Palma de Mallorca. Por alguna razón se escapó tras unos niños y atrapó al más pequeño, Francisco, de 4 años. Éste, desgraciadamente, murió; al dueño se le condenó por un delito de homicidio imprudente y el perro fue sacrificado. Desde ese momento, comenzó a hablarse de razas de perros «Potencialmente Peligrosas». El resultado fue la aprobación de la pésima Ley 50/99 de 23 de diciembre. Para su elaboración no se hicieron estudios sobre agresiones, ni sobre etología animal, tampoco hubo rigor en el listado de las 8 razas, ni en las características de las mismas. Por otro lado ¿qué sentido tiene que las comunidades autónomas puedan legislar en la materia, habiendo ya una ley estatal? En Cantabria, por ejemplo, se catalogan 15 razas peligrosas entre las que se encuentra el bóxer o el presa canario, frente a otras comunidades donde no se nombran: ¿acaso son fieros en unos lugares y en otros no? Definitivamente, se trata de una ley ineficaz, absurda e injusta.