Algunas conocidas marcas de coches alemanas han sido descubiertas, de nuevo, con las manos en la masa. En esta ocasión no se trata de apaños en las emisiones de sus motores sino de algo, si cabe, más grave aún. Consiste en la realización de experimentos con animales para medir el rendimiento energético de los vehículos.

A los macacos usados para los mismos se les ha expuesto a altas concentraciones de dióxido de nitrógeno que debían respirar directamente para ver cómo les afectaba. No tenían escapatoria alguna. Se trataba de respirar o morir.

El escándalo está servido. Nadie quiere ya experimentos con animales. Numerosos científicos defienden la inutilidad de los mismos y las alternativas a éstos en la multitud de programas informáticos que, de forma precisa, reproducen nuestro organismo. Sin embargo, la experimentación continúa y los animalarios en los laboratorios de las universidades y centros de investigación están a la orden del día. Evidentemente, numerosas normativas han venido a regular los mismos pero ¿qué quieren que les diga? Hagan lo que hagan para dulcificar las vidas de los animales en los laboratorios, éstas seguirán siendo siempre un infierno.

Por otro lado, la mayoría de los experimentos que se realizan hoy en día y que se repiten y repiten en todo el mundo para comprobar lo que ya se ha probado carecen de justificación alguna y generan daños irreversibles en las perros, primates y roedores, principalmente, que los sufren.

He podido rescatar a algunos de éstos e intentar sanar sus heridas del cuerpo y del alma. Les aseguro que no es fácil hacerlo. Recuerdo, por ejemplo, un grupo de monos que formaban parte de un programa de experimentación. A los animales se les iban a causar diferentes lesiones medulares para ver su respuesta. Afortunadamente, el responsable del comité científico del centro se enfrentó a los investigadores y decidió paralizarlo. Argumentó que no existían fundamentos científicos que avalaran el mismo. El caso acabó en un juzgado que le dio la razón y ordenó el traslado de los primates al Arca. Aquellos animales dijeron adiós a una pequeñísima jaula del tamaño de su cuerpo pero nunca, jamás, pudieron decir adiós al pánico y el terror que les producía un ser humano.

Por eso, sólo espero que lo que ha pasado en Alemania y el movimiento que se ha levantado en contra de la experimentación animal sirvan para que, por fin, ésta sea, de verdad, cosa del pasado.