La presencia de colonias felinas en nuestras ciudades o municipios es un hecho. No son plagas. No son reflejo de suciedad (de hecho los gatos son animales muy limpios). No atraen otros animales o enfermedades. Eliminarnos no significa que no vuelvan a aparecer, como tampoco supone que las calles estén más limpias o sucias. La eficacia del método CES (captura, esterilización y suelta) está comprobada y tiene resultados muy satisfactorios. No sólo se controla el número de gatos callejeros de las colonias, y su estado de salud, sino que se reduce el abandono (porque enseguida se detecta cuándo aparece un nuevo animal en una colonia controlada), se limita la presencia de gatos callejeros a los lugares controlados y se disminuye el número de accidentes que se puedan causar, entre muchas otras ventajas.

Entonces, ¿por qué algunos ayuntamientos se empeñan en prohibir que se alimenten a los gatos callejeros?, ¿por qué se niegan a implantar el método CES? Debemos partir del hecho que el método CES tiene un coste mínimo para las corporaciones municipales, suele ser gestionado y sufragado por voluntarios, a excepción de ayudas y subvenciones puntuales. ¿Qué motivo impide su implantación?, ¿cuál es la razón para obstaculizar la labor de colectivos voluntarios que realizan esta gran labor?, ¿qué justifica las multas por alimentar animales callejeros?

Las ordenanzas municipales que sancionan a los ciudadanos por dar de comer a animales en la vía pública se encuentran obsoletas, deben prever los casos de colonias controladas y regularlas, estableciendo el justo equilibrio entre la protección de los animales, de las personas y otros intereses secundarios.