En España, cuando antes nacía una camada de perros o gatos, la solución estaba clara. Los cachorros eran ahogados en un cubo de agua o metidos con vida en una bolsa y arrojados al interior de un contenedor de basura. Pero, ¿realmente, todo eso forma parte del pasado?

La primera vez que me encontré a un animal en un contenedor de basura, apenas era un niño. Se trataba de unos cachorros recién nacidos. Escuché sus gritos y pedí ayuda, pero nadie me ayudó. Salté dentro y, entre arcadas, comencé a retirar bolsas y bolsas hasta que, debajo de todas, los encontré. Creí, entonces, que nunca llegaría a ver algo peor. Me equivoqué. Unos años más tarde, la historia se repitió. Esta vez fue un gato. Estaba atrapado en un contenedor de vidrio. Alguien debió echarlo allí. De nuevo tuve que meterme dentro para sacarlo y, al final, también lo conseguí pero, esta vez, los dos salimos llenos de heridas y cortes. Creí, entonces, de nuevo, que nunca llegaría a ver algo peor. Me equivoqué otra vez.

Hace tan sólo unos meses, caminando por la calle, de pronto escuché el ladrido de un perro cuyo sonido venía directamente del suelo. Sí, bajo la misma acera que pisaba se oía aullar y ladrar al animal. ¿Cómo podía ser? Entonces me di cuenta de que, bajo mis pies, se encontraba instalado uno de esos contenedores soterrados que tan habituales son ya en muchas ciudades. Llamé a la Policía y al servicio de recogida de basura que, al llegar, accionó el mecanismo e hizo que éste ascendiera desde el subsuelo. Y, sí, lo abrimos, pero ante nosotros no apareció esta vez ningún cachorro ni bebé. Se trataba de un perro anciano de puro viejo, uno de esos abueletes caninos que apenas ven y menos oyen. Pese a no tener dientes, al salir de su encierro rebañó a lengüetazos el sabor de mis manos y, agotado de tanto sufrir, se acomodó en mis brazos de puro cansancio. Sin embargo, esta vez ya no pensé nada. A estas alturas sé bien que -mientras existan personas que no sienten, que, aunque respiren, hace tiempo que andan muertas- casos como éste se repetirán una y otra vez. Por eso, lo más importante es saber qué hacer.

Si alguna vez te encuentras algún animal así, por favor, no vuelvas la vista. No te alejes de allí. Acércate y, si sospechas que puede estar dentro de ese contenedor, llama inmediatamente a la Policía y diles que es muy urgente. Y, por cierto, no te vayas hasta que el animal ya esté fuera de su encierro, por si llegara el camión antes de que se le sacara. No olvides jamás que, en ese momento, su vida ya sólo depende, única y exclusivamente, de ti.

Nota: Es un hecho que cada año los restos de centenares de animales acaban en los vertederos de toda España triturados por los camiones y enterrados bajo toneladas de basura. En cualquier caso, como siempre, los grandes dirigentes del mundo se han apresurado a decir que no hay de qué preocuparse. Y, quién sabe, quizás en este caso hasta tengan razón porque, al fin y al cabo, al ritmo que se están matando, en diez años estarán ya todos desaparecidos. En fin. ¡Qué asco de mundo!