Un león puede vivir en libertad unos 15 años. Durante ese tiempo crecerá, cazará, tendrá varias veces crías y será, nada más y nada menos, que el rey de la selva.

Sin embargo, desde hace tiempo, un buen número de empresarios y negociantes varios están empeñados en que eso no ocurra. El asunto viene de lejos. Comenzó con las famosas granjas de leones y la, también conocida, caza enlatada ¿Que en qué consisten?

En el caso de las granjas se trata de centros donde se crían cachorros de león para su posterior venta. No crean que son una o dos. Para nada. Actualmente, en África existen más de 8.000 leones viviendo en cautividad en las mismas, el triple que los que viven en libertad.¿Se dan cuenta?

¿Y cuál es el destino de todos esos leones? Pues, hasta ahora, se trataba de un disparate llamado «caza enlatada». Consiste ésta en soltar delante de los cazadores a dichos leones para que, con poco esfuerzo y menos puntería, abatan a tiros a los mismos. El negocio, evidentemente, está en lo que se paga por cada pieza: entre 30.000 y 60.000 euros, según sexo y tamaño.

Ahora bien, ¿les importa algo la vida o el sufrimiento de esos animales? En absoluto. Preguntarles a ellos al respecto -se lo cuento por experiencia propia- a priori les causa la risa y, a posteriori, conlleva la amenaza de muerte para el que se atreve.

Sin embargo, siendo malo todo lo anterior, como siempre aún puede ser peor. Resulta que ahora, a la anterior demanda se suma otra que viene desde Asia. Para éstos, curiosamente, el precio de los leones no se mide ya por su peso ni por su piel, lo hace por sus huesos. Al parecer, atribuyen tal cantidad de propiedades mágicas y vigorosas a éstos, que pagan lo que sea por conseguirlos.

El Gobierno sudafricano ya ha recibido su primer encargo de la industria farmacéutica china y, no ha sido ni uno ni dos, qué va, nada más y nada menos que el pedido asciende a los huesos de 800 leones. ¡Lo que les faltaba!

Por eso, el próximo 10 de agosto, Día Mundial del León, se están preparando movilizaciones en todo el mundo para protestar al respecto. No me extraña.

En cualquier caso, como siempre, los grandes dirigentes del mundo se han apresurado a decir que no hay de qué preocuparse. Y, quién sabe, quizás en este caso hasta tengan razón porque, al fin y al cabo, al ritmo que se están matando, en diez años estarán ya todos desaparecidos. En fin. ¡Qué asco de mundo!