Las normas administrativas de protección animal resultan muy dispares de unos municipios a otros en lo que respecta a la regulación de fiestas tradicionales en las que se utilizan animales. Esto puede tener un componente cultural, pero a nadie se nos escapa que el maltrato a los animales (entendido en términos amplios) tiene un componente que podemos llamar «objetivo» en lo que a salud y bienestar del animal se refiere. Objetivamente se puede determinar si un animal sufre por llevar bolas de fuego en las astas, o ser lanzado por un campanario, por ejemplo.

Es por ello que me pregunto: ¿acaso deben las normas supeditarse a las tradiciones de una población? ¿Por qué en el municipio A está prohibido maltratar de la forma que sea a un animal y hacer una fiesta de ello y, por el contrario, en el municipio B toda la población celebra cómo se molesta, maltrata y hace sufrir a un animal? ¿Acaso el componente «cultural» o tradicional pesa más que la vida de un animal?

La resolución que prohíbe el Toro de la Vega parecía un hito en la historia, un inicio de un cambio, y fue recibida positivamente por aquellos que defendemos la vida de los animales. Sin embargo, comprobamos que muchos municipios se encuentran anclados en lo que llaman «tradición» y no evolucionan, permitiendo año tras año y verano tras verano que se derrame sangre de inocentes en la plaza del pueblo, todo ello bajo la justificación de la tradición.

Tradiciones que impliquen el sufrimiento de un animal, no gracias.