Cuando «La Pantoja» dijo al exalcalde de Marbella aquello de «¡Dientes, dientes!», para que su blanca dentadura escondiera su negro dinero, no se fijó en los animales. Si lo hubiera hecho, jamás se lo habría aconsejado.

La peor desgracia para muchos animales es lucir una dentadura perfecta.

En el caso de los elefantes está muy claro. Poseen los colmillos más largos y bonitos que existen, sí, pero también los más codiciados para su venta ilegal. En España los almacenes aduaneros están llenos de ellos y su número no se cuenta por unidades sino por toneladas. Vendidos para decoración, en realidad solo demuestran el poco decoro de aquellos que los compran.

Sin embargo, muchos desconocen que los elefantes son animales de muy pocos dientes. Aparte de esos enormes colmillos, solo poseen cuatro molares que cada cierto tiempo -por el desgaste de triturar diariamente centenares de kilos de fruta y verduras para alimentarse- van cambiando por otros hasta que agotan sus existencias y, con ellos, su vida. La mayoría morirán por inanición.

Pero no son los únicos que caen víctimas de su dentadura. Los tiburones, por ejemplo, también lo hacen y por millones. Además de sus aletas, sus colmillos triangulares de más de cinco centímetros son muy apreciados para la producción de pulseras y collares. De nada les sirve que puedan tener más de 20.000 a lo largo de su vida ya que, en la práctica, para quitárselos, antes han de acabar con ella.

Igual suerte corre la dentadura de los hipopótamos o el famoso cuerno de los rinocerontes. En el caso de los primeros los sesenta centímetros que alcanzan sus colmillos lo convierten en un animal muy peligroso que, pese a ser herbívoro, mata cada año a más personas que todos los grandes felinos juntos. Sus dientes, desgraciadamente, también se encuentran en el «top» del mercado.

Aunque, si cabe, para los rinocerontes es aún peor. La venta de sus cuernos no se realiza solo por una cuestión estética. La medicina asiática arrasa con la demanda de éstos. Sus supuestos poderes curativos y mágicos son, sin duda, su peor enemigo. Sus muertes en África se multiplican por miles cada año.

En fin, ya ven, resulta curioso que la naturaleza dotara a todos estos animales con contundentes colmillos, dientes y cuernos para sobrevivir cuando, en realidad, solo les hacen morir. Seguramente olvidó al hacerlo que, el depredador más salvaje no camina a cuatro patas sino a dos.