Corría el año 1966, cuando en la selva de Guinea Ecuatorial -en aquella época aún española- un cazador de una tribu local atrapaba a una cría de gorila. Pronto se dio cuenta de que aquel animal era distinto a los demás. Tenía sólo 4 años, medía algo más de medio metro y pesaba cerca de 10 kilos. Sin embargo, lo que le hacía diferente era su color blanco, se trataba de un gorila albino.

Los nativos no tardaron en darse cuenta de que aquella diferencia podía valer dinero. No se equivocaron. Por aquella época, Jordi Sabater Pi, primatólogo del zoo de Barcelona, se encontraba explorando la zona. Cuando escuchó hablar de aquel animal, quiso conocerlo y, tras mostrárselo, ofreció, directamente, 15.000 pesetas de la época por el mismo. Los nativos se miraron extrañados, nunca habían cobrado tanto por una pieza cazada en la selva. Aquello, para ellos, sólo podía tener una explicación: brujería -aquel animal, sin duda, tendría poderes mágicos por el color de su piel-.

El 1 de noviembre de 1966 el pequeño gorila llegó a Barcelona. La sociedad científica de la época no daba crédito a su existencia: ¿un gorila albino? El animal, a su llegada, fue recibido en audiencia privada por el mismísimo alcalde de Barcelona. Tan sólo unos meses más tarde, en marzo de 1967, la revista norteamericana National Geographic le dedicó su portada bajo el título: «Copito de Nieve». Aquel reportaje lo bautizó para siempre y difundió su existencia por los cinco continentes.

Sin embargo, por eso su vida no mejoró sustancialmente. Para entonces ya vivía en el zoo de Barcelona, lugar que nunca abandonó. Allí, tras una cristalera de seguridad como escaparate, tuvo tres parejas y nada más y nada menos que 21 hijos, de los que, por cierto, ninguno heredó su albinismo. Finalmente, hace casi 15 años murió como consecuencia de un cáncer de piel, ya que nunca pudo tolerar los rayos ultravioletas pero, aun hoy en día, todo alrededor de él se cuestiona ¿Es verdad su historia? ¿Quién fue, realmente, el comprador del mismo? ¿Cómo hubiera sido su vida en libertad? ¿Habría sobrevivido? Y, si lo hubiera hecho, ¿qué habría ocurrido con él? -digo esto último porque, recientemente, un grupo de «niños africanos albinos» ha visitado España. Uno de ellos tenía la mano amputada, otro no tenía brazos y, a la tercera, le faltaba una pierna ¿Casualidad? No, se las habían cortado sus tribus pensando que tenían poderes mágicos por el color de su piel. En fin, sin comentarios.