Hace unos meses, en otro circo, Shahenn, un domador de tan sólo 35 años de edad moría también atacado por sus leones en pleno espectáculo. El resultado fue: un hombre muerto, decenas de niños y adultos en tratamiento psicológico y un grupo de leones sacrificados. Ahora, de nuevo se ha repetido otro ataque que ha causado también la muerte de un domador y, entre otras cuestiones, cabe preguntarse: ¿es indispensable en el circo un número con animales? La respuesta, evidentemente, es no.

El circo ha sufrido una constante evolución a lo largo de su historia. Los primeros circos pudieron crearse sobre el siglo XVII -aunque, evidentemente, antes ya existían espectáculos muy parecidos-. La presencia de animales en éstos no se produjo desde el principio sino que fue durante los siglos XVIII y XIX cuando se incorporaron. Por aquel entonces, los espectáculos de doma se alternaban con la exhibición de humanos como reclamo. La gente pagaba por ver a personas como Grace McDaniels, «la mujer con cara de mula», o al famoso Joseph Carey Merrick, «el hombre elefante».¡Imagínense!

Afortunadamente, hoy en día todo aquello parece ciencia ficción, igual que, seguramente, dentro de poco lo será también la presencia de animales en los mismos.

Fíjense, en España más de 300 municipios ya han dicho -¡NO!- al uso de animales en espectáculos. Hace un año quedaban 20 circos con más de 200 animales en nuestro país, hoy quedan la mitad.

Está claro que los circos, en general, están renunciando a sus animales y buscando sitios para éstos. En mi opinión, es hora de de ayudarles a encontrarlos para evitar, así, que alguno de ellos pueda acabar sacrificado. En cualquier caso, mientras tanto, ¿qué se debería hacer cuando un león ataca a su domador? La respuesta es clara: nada. Vamos a ver, ¿por qué se debería sacrificar a ese animal?, ¿por cumplir con su instinto?, ¿por defenderse? No tiene lógica.

Ellos no son los culpables. Esos leones lo único que merecen es que sean enviados a santuarios donde se les proteja y, ya de paso, prohibir que una persona se pueda jugar la vida por dinero para que otras se diviertan y, también, que un grupo de animales salvajes sea condenado a viajar de ciudad en ciudad por pura explotación económica.

Prohibir eso es lo que se tiene que hacer y, por cierto, no mañana ni pasado, sino ayer.