Les invito a pasarse a ver el «nuevo acuario» de la Plaza Nueva y, después de darse una vuelta y leer los carteles didácticos, hacer una valoración objetiva del resultado. Datos de la obra: 20 meses de ejecución y 120.000 euros de gastos. Les pregunto: ¿de verdad le gusta lo que está viendo?

Me parece bien que los comerciantes estén contentos, que genere más actividad y sea un atractivo para la plaza, pero ¿en serio no se podía haber hecho algo mejor? Sorprende que a la hora de describir a especies como la dorada o la lubina se destaque: «Son muy usados para la gastronomía local, tanto como plato principal como en arroces...» ¿Qué clase de información didáctica es esa? ¿Se nos propone ir al mercado a comprarlos, cocinarlos y comérnoslo?

Por no hablar de las vidrieras rayadas, del decorado cutre y del acceso imposible para personas con discapacidad. Ni un solo cartel de prohibido golpear los cristales para no molestar y estresar a los peces. Lo dicho, una pena de obra y un dinero mal utilizado. Una oportunidad perdida para hacer algo con sentido y útil, a la vez que enseñe a respetar el mundo animal.