¿Qué les parece? Internet ardía la semana pasada con esta noticia. Ahora la chica se encuentra a disposición judicial pero, en las redes sociales, lejos de lo esperado, se ha abierto un inusual debate entre los defensores de las serpientes y los de los perros.

Por un lado, evidentemente, está claro que es una aberración alimentar a serpientes con perros pero, sin embargo, hay quien apunta -en los foros, claro está- que se trata de algo cultural porque en todos los países no es así. Ponen como ejemplo China, donde, como es sabido, los perros forman parte de los menús más cotidianos y está más que aceptado que el destino de muchos de estos animales no sea la compañía sino la alimentación. Comentan que explicarles a ellos que una serpiente no puede comer un perro no parece tarea fácil.

Mientras tanto, otros se preguntan si no será mejor alimentarlas, por ejemplo, con ratas o con conejos. Sin embargo, no crean, el asunto no está tan claro porque es entonces cuando surge la posición contraria, la de aquellos que argumentan que los conejos, y también las ratas, cobayas y hamsters, se han ido incorporado paulatinamente a nuestras vidas y son animales de compañía como los demás. Está claro que, quien los tiene, los adora y, por supuesto, nada les repugnaría más que pensar que puedan acabar estrangulados por una serpiente y luego devorados por la misma. En fin.

Así que, llegados a este punto, y sabiendo que en principio las serpientes sólo comen animales vivos que han de matar para poder digerirlos, la pregunta es: ¿qué se debería dar de comer, entonces, a las mismas?

Verán, está claro que la ley, el sentido común y la más mínima sensibilidad prohíbemn que se alimente a las serpientes con perros, gatos, conejos o cualquier otro animal de compañía, faltaría más. Para cualquier persona que tenga como mejor amigo a uno de estos animales, pensar en que pueda acabar así es una auténtica pesadilla. Tampoco, no crean, es nada fácil alimentarlas con otros animales como por ejemplo las ratas comunes, por mucho repelús que las mismas puedan causar a algunos. Es algo muy desagradable.

¿Y qué hacer entonces? ¿Les damos cinco euros y que se compren algo, como en el chiste? Pues no. Lo que hay que hacer es dejarlas en sus países de origen viviendo en libertad donde, evidentemente, cazarán y se comerán animales vivos, pero dentro de una lucha por la supervivencia y de un equilibrio natural que, entre otras cosas, garantizará la vida del planeta y de cada una de las especies que en el mismo habitan.

Y lo que no hay que hacer es comerciar con ellas, manejarlas, manipularlas y, finalmente, condenarlas a una existencia como peluches encerradas de por vida en una pequeña urna de cristal. Eso es lo que jamás hay que hacer.