La última - la Operación Thunderbird- ha sido desarrollada en 42 países. El resultado en el nuestro no ofrece lugar a dudas de la importancia del tema: 59 personas detenidas y 48 delitos detectados. Para ello, se han rastreado multitud de páginas webs -algunas facilitadas por nosotros mismos a la Policía, a través del convenio de colaboración entre Frank de la Jungla y Arca de Noé-, realizado más de 6.000 inspecciones en envíos de paquetes, venta de animales a través de internet, registros en tiendas, parques zoológicos y, por cierto, también en multitud de anticuarios.

Y se preguntarán ustedes:¿anticuarios? Pues sí. El tráfico ilegal de especies no se reduce sólo a fauna viva sino que, también, a aquellas partes de animales muertos cuyos precios, para más inri, son astronómicos. Me refiero a manos de gorila disecadas a modo de cenicero, a patas de elefantes como taburetes o a cabezas de animales preparadas para ser colgadas como trofeos en cualquier pared. Y todo eso sin citar, claro está, los famosos colmillos de marfil y toda esa retahíla de polvos y sustancias -procedentes de rinocerontes y otros animales- tan usados y codiciados por parte de la medicina china.

El resultado ya lo saben. Cada vez hay más animales en peligro de extinción y la actividad del Seprona, al respecto, es ya absolutamente frenética: 683 denuncias por incumplimientos del Convenio CITES y aprehensiones constantes de animales por tenencia ilegal de los mismos: casi cincuenta primates, linces caracales y gatos servales, medio centenar de aves rapaces, varios centenares de aves exóticas, reptiles -principalmente serpientes, aunque también cocodrilos- y hasta tiburones, atunes, caballitos de mar, anguilas o tortugas marina? ¿Qué les parece? Y todos esos, atención, sólo en cuanto a animales vivos. Si atendemos a la lista de animales muertos ?como les comentaba antes? nos vamos a más de 400 tallas de marfil y a multitud de leones, tigres y otros grandes mamíferos, cuyos cadáveres disecados adornaban salones de personas de lo más «in» de «insensibles», claro está.

Así, como ven, están las cosas. Por eso, centros en España como Primadomus o como la Fundación Mona o Rainfer en Madrid empiezan a no dar abasto ante la entrada de tantos animales. En el Arca, dos talapoin y dos tigres esperan poder ser trasladados al primero de ellos desde hace meses pero, entre otras cuestiones, la continua entrada de animales en los mismos complica todo el proceso.

No debería, en nuestro país -dada la situación existente-, cerrarse ningún centro como, por ejemplo, se ha hecho con el Arca, ni tampoco fuera de España, como me comentaba Frank Cuesta (Wild Frank) sobre su asociación, a la que dio carpetazo para evitar males mayores. El cierre de cada una de estas entidades deja a la Policía huérfana en su lucha y colapsa, irremediablemente, los centros que quedan abiertos.