Como pueden imaginarse, nadie daba crédito a lo sucedido. Los médicos del Hospital de Madrid -donde ingresó el mismo- al ver que se trataba de la mordedura de una serpiente, inmediatamente le suministraron el antídoto habitual que suele usarse en estos casos pero, claro, ni por asomo podían sospechar la peligrosidad que dicha mordedura, realmente, entrañaba.

Así que, visto que el paciente no evolucionaba positivamente sino todo lo contrario y dado que, una y otra vez, éste manifestaba que había sido una serpiente de cascabel, decidieron, finalmente, creerle y acudir a un parque zoológico especializado donde les facilitaron el antídoto adecuado. Menos mal.

Ahora investigan si, realmente, la serpiente en cuestión era encontrada o, si, por el contrario, el propietario de la misma, no es otro que aquel al que mordió.

No es de extrañar. La sospecha está más que fundamentada si atendemos a la cantidad de animales salvajes existentes en hogares de España sin control alguno. Evidentemente, no existen datos totalmente reales -entre otras cuestiones porque la tenencia de la mayoría de ellos es ilegal-. Sí sabemos, por ejemplo, que el número de serpientes que cada año las autoridades decomisan en toda España se cuentan por centenares. Y también conocemos el dato de que, anualmente, son atendidas más de doscientas personas por mordeduras de serpientes venenosas -algunas, claro está, se trata de ataques de especies autóctonas pero, muchas, muchísimas, son exóticas- ¿Y quieren saber cuánto nos cuesta todo esto? Pues, agárrense, porque, sólo en antídotos, más de medio millón de euros.

Mientras tanto, el SEPRONA abre continuas líneas de investigación para poder seguir decomisando animales de este tipo pero, eso sí, sin saber muy bien -todo hay que decirlo- donde llevará las mismas o, qué hará con éstas cuando las retire, ante la inexistencia, total y absoluta desde el cierre del Arca, de centros oficiales -públicos o privados- que puedan acogerlas. En fin, otra realidad más que resta y no suma.

Y, todo lo anterior, por supuesto, sin contar a todas esas otras serpientes -súper venenosas- que, legalmente y por demanda de algún "caprichoso comprador", entran en España sin que exista antídoto alguno para sus mordeduras. Evidentemente, esas ¿Entrar? Entran pero, si se localizan ¿Salir? No sale ni una con vida de la propia aduana.

Así que, como ven, las cosas no son fáciles para los animales, eso está claro, pero, hay que reconocer que, al menos en España, se las ponemos aún mucho más difíciles.