Noticia: Un hombre intenta entrar sin pagar en un zoo de China, acabando en el recinto de los tigrestigres. Los animales acaban con su vida. Otra: Un bebé cae desde los brazos de su madre al foso de los gorilasgorilas. Una hembra de más de 200 kilos, lo coge cuidadosamente entre sus brazos, ante el terror generalizado de todos los visitantes. Una más: un joven se lanza a un recinto de leones para suicidarse leones y los animales lo matan... Todos estos casos son reales y, en todos ellos, los animales fueron sacrificados intentando, así, salvar la vida de las personas pero, sólo en el caso del bebé, pudieron conseguirlo.

Son sólo tres, de los cientos que se han producido últimamente y que no se refieren a cuidadores ni a personas relacionadas con los animales. Se trata de visitantes que, bien intencionadamente o, por algún descuido, acaban teniendo un contacto directo con éstos ¿Y qué ocurre entonces? Pues que, de forma habitual, los animales demuestran que, pese al tiempo que llevan viviendo en cautividad, no han perdido en absoluto su instinto y siguen fieles a su máxima obligación según la ley de la naturaleza, es decir, a la defensa a ultranza ante cualquier peligro de su territorio.

No debemos engañarnos porque su carácter sea dócil o tranquilo, porque, aunque realmente pueden ser así, siguen teniendo una musculatura de atleta y unas armas naturales en ellos, capaces de acabar con nuestra vida de un solo golpe. No lo olviden: un tigre o un león, por ejemplo, si quieren, pueden rompernos la columna vertebral de un solo manotazo. No necesitan más.

Y no lo hacen por hambre porque nunca se comen a sus víctimas. Al contrario, es bastante habitual que los parques tengan a los animales «sobrealimentados» como una forma de control indirecto de su carácter. Así se encuentran más pesados, menos ágiles y más tranquilos, lo que, en sí mismo, no deja de ser una medida de seguridad más. En el fondo atacan por puro miedo, por temor a que ese otro animal -en este caso humano- pueda atacarles a ellos. Es la lucha por la supervivencia.

Pero, realmente ¿Atacan siempre los animales? No, no siempre lo hacen. En el caso de la gorila, por ejemplo, nunca llegó a atacar al niño. Por otro lado, incluso en algunos casos, los humanos que se han colado en el recinto han sido defendidos por un miembro de la manada frente al resto. Esto ocurrió por ejemplo con una leona que se enfrentó -literalmente con uñas y dientes- al grupo, protegiendo así a una persona que se coló en su recinto y no es el único caso que ha sucedido.

Como ven, historias hay muchas y de todos los tipos y, es normal, porque, en el fondo, nunca puedes saber cómo puede reaccionar un animal salvaje porque, sí, es evidente que conserva su instinto pero, también lo es, que se ha pasado toda la vida en contacto con humanos. En fin, en cualquier caso, mejor no llegar nunca a saberlo.